La Península de Otago si es ya la Nueva Zelanda de mis expectativas, como la de Banks. No tiene más que unos 25 kilómetros de largo, pero va en paralelo a la isla formando una bahía perfecta.
La ida la conduzco por la carretera de Portobello, pegado al mar, sin arcén, sin quitamiedos, a 40 por hora y disfrutando. Hay una luz curiosa, aunque es tarde parece que amanece, y aunque muy nublado muy iluminado.
La carretera entra y sale siguiendo la línea de la costa, se ven muchos pájaros, sobre todo cormoranes, patos, cisnes y de los de picos largos que comen bichillos en la arena. Aquí todas las visitas son con entrada y dependen de las horas. Al final de la península esta la en teoría única colonia de alcatraces en tierra firme - me imagino que ellos a su isla la consideran continente, porque yo los he visto en las Galápagos -.
Me hubiera gustado volver a verlos, en Galápagos estaban con crías y podías estar a su lado. Aquí han vallado la colonia y ahora lo gestiona una ONG (?) que cobra 50 dólares por dejarte entrar. Y 25 por los pinguinos, que están en la playa de al lado. Esto también fue una especie de zona defensiva y todavía se pueden visitar los cañones y demás. La primera vez que vino un barco ruso por aquí tenia más armamento que toda la isla, ahí se asustaron.
Nos volvemos para ver la península por la carretera de los acantilados, mucho más espectacular. Esto ya es un paisaje Señor de los Anillos .... que por cierto, les ha hecho la mayor campaña de marketing a esta gente. Los chinos se apilan para ir a ver la ruta de Eloras en Christchurch. Espeluznante.
Nos desviamos por una carretera de tierra que no cubre el seguro -Sandymount Route- las vistas son estupendas, se ve bahía tras bahía en las península hasta llegar hasta la punta final donde está el faro.
Damos el mejor paseo hasta ahora primero por un bosque de Gandalf, luego entre prados y corderos -piso una caca con cada pie, me salgo de afortunado hoy -. Nos asomamos al Lovers Leap en los acantilados y luego a Clams. Pero la vista más impresionante la encuentro sin querer asomando me al final del prado. Se ve toda la bahía y un mar perfecto.
A diferencia de Australia los caminos están menos señalados, menos seguros, te puedes acercar a cualquier acantilado. Es genial, lo prefiero, más salvaje, menos niños. El paseo ni siquiera esta erosionado, hay verde por todos los lados.
Después de comer con grandes vistas nos hacemos otro trekking a Sandfly Bay, a ver si vemos algún bicho. Antes de venir pensaba que este país era más salvaje, con más animales, pero ya aquí he descubierto que no tienen ni serpientes. Tampoco mamíferos -solo dos murciélagos- Y los bichos de mar no son muy abundantes de momento, los pingúinos solo se pueden ver antes de anochecer y hablan de colonias de 80 o 150 individuos. Sentado en las playa de Patagonia se veían 1 millón.
Aún así lo intento. El paseo es bonito, por dunas salvajes y la playa tiene un color especial pero con cielo amenazador. No sólo amenaza, a la vuelta nos empapa. La playa está desierta, bonita sin humanos, pero sin una sola foca que llevarse al zoom. La paseamos y seguimos adelante.
Antes de salir de la península, aunque todavía se disfruta el paisaje con este clima que cambia a cada minuto. Al salir de Dunedin enganchamos la ruta panorámica del sur por la que creo seguiremos 3 o 4 días. Es otro viaje.
El mar es tan salvaje como en Tasmania y la arena casi tan blanca, pero aquí se ve a simple vista desde la carretera, desde Océano View o Brighton. Entre lluvia, mar y playa salen dos arco iris completos. Más mar, playas, bahías y pueblos y vuelta hasta la carretera principal para llegar a Balclutha donde escribo y duermo hoy. Antes todavía nos da tiempo a ver el lago Waihola desde las alturas.
En coche o caravana se va mucho más flexible y se ve más, pero se está menos cerca de la gente. En el alojamiento hoy he encontrado dos locales que llevan tres años de viaje en bici, sobre todo por Sudamérica. Que envidia. Lo de los tres años, claro, en bici ni loco!!!
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