Al andar de más el día anterior casi nos quedamos al lado del destino siguiente, el Parque Nacional del Monte Field. Uno de los primeros parques nacionales en Tasmania junto al de Freycinet. Esta zona se ha unido al Patrimonio de la Unesco. Aquí ya venían turistas de Hobart hace más de 100 años.
Hacemos un paseo estupendo de casi 4 horas por diversas zonas del parque, un recorrido completo y variado y sólos. Es bueno madrugar. La primera visita son las cataratas Russell, un paseito más por bosque húmedo con cascadas fotogénicas. Las más visitadas del país. Tres niveles de lajas de piedra sobre las que cae el agua, aunque no demasiada, parece que tenemos sequía en Tasmania, aunque nos está permitiendo un tiempo estupendo.
El camino sigue hasta lo alto de la cascada para ir a otro rincón del parque, otra cascada, esta de la herradura. Aunque el rincón es muy bonito al Horseshoe sólo se le ve una parte por la falta de agua.
En el paseo nos encontramos bastantes pademelon, aquí más tímidos que en otras zonas y hasta asustadizos que salen saltando a nuestro paso.
Hay una parte del trekking que se llama de los árboles gigantes. No sabia que los eucaliptos eran los árboles más altos del mundo, después de los pinos de california. Aquí llegan a medir casi 100 metros. Los más antiguos tienen más de 400 años. Esta variedad se llama eucalipto rey en latín, con su piel caída y tallo blanco, con la base rugosa y gruesa.
El bosque esta lleno de gigantes caídos, aquí cubiertos de verde por la humedad. Esta zona es bastante fría y nieva bastante en invierno. Los gigantes son los supervivientes de los distintos incendios. Es curioso como el fuego forma parte aquí de la vida. Hay incendios periódicos que matan a unos y renuevan el bosque, y en los claros crecen los nuevos árboles. Algunos tardan años en morir, otros decenios hasta caer al suelo. Nunca pensé que me llegarían a gustar tanto los eucaliptos.
El camino luego se dirige a las últimas cataratas del día. Para mi la más bonita del día, del estilo de las Rusell pero como más salvaje todavía. El bosque está lleno de cacatuas negras, ruidosas, y con las mejillas y la cola amarilla. La vuelta tiene cientos de escaleras pero no se lleva mal. Es un paseo muy bonito, muy completo, y sin nadie.
Desde aquí seguimos en ruta a Hobart ya muy cerquita. Las visitas históricas por aquí atraen poco, piscifactorías históricas de salmón, y pueblos históricos como New Norfolk con muy poco que ver. Pero donde nos hacemos la penúltima barbacoa al lado del río, mientras los locales se dedican a pescar, otro de los grandes hobbies tasmanos.
La entrada en Hobart se me hace fácil para ser la ciudad más grande de la isla. También es bonito, como Launceston, como muchas casas de madera, poco edificio desagradable y una bahía histórica, pero pequeña y con algo de encanto.
Me lleva un rato enterarme del sistema de aparcamiento, pero consigo que me salga gratis y sin multa, un reto en nuestros días. Nos acercamos a Salamanca Place, ya en la bahía, donde los antiguos almacenes de piedra se han convertido en tiendas de moda, artesanía y diseño.
Aquí está Sullivans Cove, la bahía histórica. En el otro lado también se conservan edificios antiguos -del siglo XIX- y se explica parte de la historia de la ciudad. La primera colonia en la isla Hunter, de presos y sus guardas donde se colgaba hasta morir y luego podrírse a todo el que robaba comida. Lo dejaron de hacer porque auyentaba a los nuevos colonos.
Como siempre una historia de enriquecimiento personales, casi todos unidos al ejército, la administración o familias con historia. Nada nuevo, en un país en lo que más se intentaba era parecerse a Inglaterra.
Algún barco antiguo de madera, la historia de algún navegante y aventurero intrépido local, puestos de pescado y una foca australiana descomunal nadando por la bahía, la primera foca que veo.
Y poco más. Un paseo de dos horas y a buscar alojamiento. Hoy cerca de Brighton de nuevo aconsejado por simpáticos tasmanos. Preparando la salida
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