jueves, 31 de marzo de 2016

Otago Península

La Península de Otago si es ya la Nueva Zelanda de mis expectativas, como la de Banks. No tiene más que unos 25 kilómetros de largo, pero va en paralelo a la isla formando una bahía perfecta.


La ida la conduzco por la carretera de Portobello, pegado al mar, sin arcén,  sin quitamiedos, a 40 por hora y disfrutando. Hay una luz curiosa, aunque es tarde parece que amanece, y aunque muy nublado muy iluminado. 

La carretera entra y sale siguiendo la línea de la costa, se ven muchos pájaros,  sobre todo cormoranes, patos, cisnes y de los de picos largos que comen bichillos en la arena. Aquí todas las visitas son con  entrada y dependen de las horas. Al final de la península esta la en teoría única colonia de alcatraces en tierra firme - me imagino que ellos a su isla la consideran continente,  porque yo los he visto en las Galápagos -. 

Me hubiera gustado volver a verlos, en Galápagos estaban con crías y podías estar a su lado. Aquí han vallado la colonia y ahora lo gestiona una ONG (?) que cobra 50 dólares por dejarte entrar. Y 25 por los pinguinos, que están en la playa de al lado. Esto también fue una especie de zona defensiva y todavía se pueden visitar los cañones y demás. La primera vez que vino un barco ruso por aquí tenia más armamento que toda la isla, ahí se asustaron.


Nos volvemos para ver la península por la carretera de los acantilados,  mucho más espectacular. Esto ya es un paisaje Señor de los Anillos .... que por cierto, les ha hecho la mayor campaña de marketing a esta gente. Los chinos se apilan para ir a ver la ruta de Eloras en Christchurch. Espeluznante. 

Nos desviamos por una carretera de tierra que no cubre el seguro -Sandymount Route- las vistas son estupendas, se ve bahía tras bahía en las península hasta llegar hasta la punta final donde está el faro.

Damos el mejor paseo hasta ahora  primero por un bosque de Gandalf, luego entre prados y corderos -piso una caca con cada pie, me salgo de afortunado hoy -.  Nos asomamos al Lovers Leap en los acantilados y luego a Clams. Pero la vista más impresionante la encuentro sin querer asomando me al final del prado. Se ve toda la bahía y un mar perfecto. 


A diferencia de Australia los caminos están menos señalados, menos seguros, te puedes acercar a cualquier acantilado. Es genial, lo prefiero, más salvaje, menos niños. El paseo ni siquiera esta erosionado,  hay verde por todos los lados.  


Después de comer con grandes vistas nos hacemos otro trekking a Sandfly Bay, a ver si vemos algún bicho. Antes de venir pensaba que este país era más salvaje, con más animales, pero ya aquí he descubierto que no tienen ni serpientes. Tampoco mamíferos -solo dos murciélagos- Y los bichos de mar no son muy abundantes de momento, los pingúinos solo se pueden ver antes de anochecer y hablan de colonias de 80 o 150 individuos. Sentado en las playa de Patagonia se veían 1 millón. 


Aún así lo intento.  El paseo es bonito, por dunas salvajes y la playa tiene un color especial pero con cielo amenazador. No sólo amenaza,  a la vuelta nos empapa. La playa está desierta, bonita sin humanos, pero sin una sola foca que llevarse al zoom. La paseamos y seguimos adelante.

Antes de salir de la península, aunque todavía se disfruta el paisaje con este clima que cambia a cada minuto. Al salir de Dunedin enganchamos la ruta panorámica del sur por la que creo seguiremos 3 o 4 días. Es otro viaje.


El mar es tan salvaje como en Tasmania y la arena casi tan blanca, pero aquí se ve a simple vista desde la carretera, desde Océano View o Brighton. Entre lluvia, mar y playa salen dos arco iris completos. Más mar, playas, bahías y pueblos y vuelta hasta la carretera principal para llegar a Balclutha donde escribo y duermo hoy. Antes todavía nos da tiempo a ver el lago Waihola desde las alturas.

En coche o caravana se va mucho más flexible y se ve más,  pero se está menos cerca de la gente. En el alojamiento hoy he encontrado dos locales que llevan tres años de viaje en bici, sobre todo por Sudamérica. Que envidia. Lo de los tres años, claro, en bici ni loco!!!

martes, 29 de marzo de 2016

Dunedin

El día desde Ashburton a Dunedin es bastante aburrido, un poco decepcionante con las expectativas tan altas que traigo. Conducir por esta zona del país es aburrido cuando estas intentado avanzar y hay poco que ver, la media con suerte de 70 y poco para entretenerte. Unos 250 kilómetros son casi 4 horas. Y sigo cansado con cambio horario.

Dormí como el oso, así que salgo tarde y hay que hacer algo de intendencia. No llego a la primera parada hasta la hora de comer. Oamaru. Un pueblo con un poco más de historia y al lado del mar.


El puerto tiene el agua curiosamente verde azul y huele muy fuerte a ostras. Las calles históricas son dos o tres, con los edificios del auge de la lana y el comercio. Tiene su encanto. Más la parte del puerto que la de la ciudad. También tienen una curiosa fijación por las bicicletas.


En la ciudad les queda algún edifico antiguo. Opera, hoteles y banco. Por supuesto, monumento a los caídos. En Nueva Zelanda la fijación con las guerras también es relevante, sobre todo la primera, como en Australia. 100.000 alistados en un país de 1 millón de personas en una guerra en Europa.

Tienen un museo curioso  dedicado al Steampunk. No sabia ni lo que era. Es una especie de cultura o movimiento que se centra en una especie de ciencia ficción futurista pero como con energía de vapor, un Mad Máx un poco descafeinado. O una trampa para turistas, nunca se sabe.


Nos acercamos hacia el sur por la carretera de la costa, bonita, pero no de locura. Hace un viento que pela. Un poco más adelante paramos en Moeraki, una playa salvaje que también huele a ostras. Hay una especie de rocas redondas gigantes en la arena, como de gigantes jugando a las canicas. Es bonito y curioso, aunque hay bastante gente, hoy todavía es Lunes Santo y fiesta nacional.


Finalmente llegamos a Dunedin, nos quedamos en un air bnb de un cocinero estupendo en la montaña con vistas. Nos da tiempo a explorar un poco la ciudad, es mucho más grande de lo que me imaginaba y también más bonita de lo que esperaba,  aunque se agolpan las casas por las colinas.

Tienen una estación de tren estupenda, neogótica flamenca,  de piedras de dos colores y columnas de mármol,  pero además muy bien conservada por dentro y con  trenes antiguos.  Casi no hay nadie,  sólo algún chino de visita. Es curioso,  hasta el pobre de la estación  es un chino cantando en chino y al que le dan dinero los chinos!!!!


La ciudad está muerta, todo cierra por festivo,  pero sino porque ya son las cinco. Tiene algún edificio más y en teoría la calle más empinada del mundo, menudo récord.  También tiene la península de Otago, que es por lo que vengo aquí,  pero lo dejo para el día siguiente.

domingo, 27 de marzo de 2016

Banks Peninsula

Estoy en el país de los kiwis, animal, planta y local.... aunque para ellos la planta es fruta kiwi. Se ofenden. Las verdaderas antípodas. 20.000 kilómetros. 12 horas de diferencia. Más allá solo la Antártida. No se puede ir más al sur por aquí.

Voy a ver la isla sur, la que todo el mundo recomienda, sobre todo los locales. Hay que tener cuidado con las expectativas, aquí son muy altas, aunque no con todo, no espero los glaciares de la Patagonia, ni tampoco sus animales. Ni en número ni en tamaño.


Entro por Christchurch de madrugada. El peor control aduanero del viaje y casi de mi vida, sin corrupción y con mucha amabilidad pero infumable. A la una de la mañana contestando mil preguntas de tu vida, tu equipaje, los alimentos y hasta las conchas de la playa. Varios registros y varios escaneos. Claro que en Australia ya soporte el especial de rayos X y el de las bombas. Este me cae si o si en cuanto estoy un poco moreno o con barba. Ayer las dos cosas.

Cuando consigo salir del aeropuerto me espera una especie de hada madrina, Doxi, mi afítrion de air bnb que además de irme a recoger gratis al aeropuerto a estas horas me ha dado desayuno descomunal,  me ha dejado una Lonely Planet local y abrigos para el frío que no traía ninguno. Hasta un huevo de pascua y bollos para celebrar la semana santa. Un verdadero Angel. 

Christchurch es un sitio triste. Las guías hablan muy bien de la ciudad pero es totalmente exagerado. Es muy plano y los terremotos del 2011 la hundieron. Física y moralmente. Sólo murieron 185 personas - más de 300.000 en Haití por las misma fechas en un terremoto  más flojo - pero la ciudad se ha quedado desmoronado. Todavía todo el centro caído,  solares vacíos por todas partes, calles cortadas, .... la recuperación  es lentísima. Y parece ser que también mucha gente se ha ido, con las empresas y los trabajos. Hay muchas réplicas,  hay miedo.


He decidido coche aquí, a repetir modelo Cairns. Me da un poco de miedo el frio y creo que le sacaria poco partido a la campervan en tiempo limitado. Ademas aqui hay mas alojamiento que en Tasmania, con lo que espero el coche me de la flexibilidad y los hoteles la comodidad.

Estoy sorprendido por la cantidad de chinos que hay aquí de visita. No es que sean muchos, es la proporción. Más de 80% de los que venían en el avión - por  cierto, el primer avión con todos los letreros en inglés y chino-. En la agencia de alquiler lo mismo, pero además el que atiende es chino, habla chino, y todos los manuales y los carteles están en chino!!! Hasta la de información turística es China! !!! Llego a tiempo antes de la última invasión,  espero.

Paseamos un poco por el centro después de recoger el coche. Casi nada de pie. La catedral derruida, casi todo con andamios. Además de que hay poco que ver. Parece ser que la ciudad es pura tradición inglesa, pero en vez de pubs con iglesias, aquí la sociedad ha sido muy muy puritana. Hoy es Domingo de Resurrección y esta prohibido vender alcohol!!!!



Salimos rápido para ver la Península de Banks, la verdadera visita del día.  Al la lado de Christchurch hay una península formada por dos volcanes de hace millones de años que crean unas bahías espectaculares, de esos paisajes que esperas ver en Nueva Zelanda. 

La luz sin embargo es demasiado brillante, la luz australiana era perfecta. Hace demasiado sol,  quien lo iba a decir. No me quejo.  El paseo hasta la parte final de la península, Akaroa, lleva unas dos horas,  aunque hay sólo 75 kilómetros. 

Vamos por la carretera panorámica que va alrededor del segundo cráter,  es ridículamente perfecta. Parece de mentira. Una bahía que no tiene fin,  que parece un lago pero en la que finalmente se ve una salida al mar. Pero según avanzas por la carretera te van sorprendiendo otras bahías,  otras vistas del cráter y del mar. Y ya con ganado local, vacas y las tan locales ovejas.


La ruta termina en Akaroa, un pueblo con encanto, también demasiado perfecto. Ambiente de playa. Rodeado de colinas muy verdes. Veleros por todas partes. Y tranquilo para ser vacaciones de semana santa, hay gente, pero como un martes en el retiro. Músicos callejeros y un fish and chips, local, famoso y supergrasiento que nos comemos. En el agua cientos de aves y delfines.

El día se pasa volando y regresamos por el otro lado de la carretera, menos vistas y más cerca al mar, pasando por muchas bahías.  Mil curvas y lento, pero bonito, el día sigue volando.


Seguimos hacia el sur para adelantar un poco de camino para mañana, esta carretera es mucho más aburrida y tampoco muy rápida,  se me hace larga y tengo sueño. Nos han vuelto a cambiar la hora, esta vez dos horas y además el mismo día del cambio horario en Europa que aquí no aplica. No se ni a que día ni hora vivo.

A tiempo llegamos a Ashburton. El sol se pone todavía tarde, a las 19.30. En teoría venimos en temporada ya no alta pero todavía de luz y no mucho frio. A ver si se cumple. Hoy a domir en cabaña, y sin vino!!!


viernes, 25 de marzo de 2016

Blue Mountains

Tenia razón Paul Theroux cuando decía que odiaba las vacaciones locales cuando estaba viajando. A veces puede ser exótico, pero normalmente produce una saturación de gente en todos los sitios, son días de mejor quedarse a descansar. Nos ha pillado aquí la semana santa y las montañas quiero verlas, y hoy es Viernes Santo. Menos mal que Australia es país poco poblado y se nota poco, se ven mucho más a los grupos de chinos e indios, claro 3.000 millones contra 30, no hay color.


Las montañas azules son también Patrimonio de la Humanidad de la Unesco, azules en teoría por el color con determinada luz que yo no he visto. Tampoco parecen mucho  montañas, más bien un valle de árboles frondosos que transcurre en una especie de cañón gigante.

Se viene en tren, muy lento. Dos horas desde Sidney y muy fácil. No está ni a cien kilómetros. Desde aquí se puede hacer todo caminando, aunque nada más llegar hay un par de transporte turistada para llevarte de mirador a mirador. Andando se llega en 20 minutos de la estación a las famosas 3 sisters.


Las tres hermanas son tres piedras que están al pie del acantilado y donde todo el mundo va a hacerse las fotos. Desde aquí se ve muy bien el valle. Hoya hay demasiado chino para que tenga encanto y demasiada poca luz para disfrutarlo especialmente

Menos mal que se puede caminar y hacer alguna  paseo en el que enseguida te quedas casi sólo. La oficina -comercial- de turismo vende las fotocopias de los planos para que puedas hacer el trekking pero son fáciles de seguir, y sencillos en general. 

Las vistas son muy parecidas por todo el recorrido, asomarse al acantilado a ver el valle,  los árboles,  el agua cayendo y muchas cacatúas dándose paseos por la selva. No es especialmente espectacular  pero si es bonito. A partir del cuarto mirador ya te asomas menos.


La luz se anima y nos enseña unas montanas más brillantes y un valle casi sin final. Me hubiera gustado andar más por el propio bosque, pero me ha dado un poco de pereza con tanta gente. Estoy muy mal acostumbrado al los sitios tranquilos, solitarios y únicos. Bueno, no es mala costumbre.

Vuelta a la ciudad, aún así tiempo de disfrutar de la bahía y preparación para el último destino. Nueva Zelanda . Preparar la vuelta así ha sido un poco shock, no sólo por el viaje sino por el motivo de la vuelta. Ahora estoy más tranquilo,  he aceptado los términos.  A disfrutar de final y todo saldrá bien en casa.


jueves, 24 de marzo de 2016

Sidney

Sidney es una ciudad en una bahía. La ciudad más bonita del mundo por su ubicación natural, sólo superada por Río de Janeiro. La naturaleza allí aun es más impresionante pero la mano del hombre ha acertado menos que aquí en la arquitectura.


Ya había estado aquí antes pero no le había dado tiempo a apreciarlo.  Ya desde el avión la bahía se ve espectacular, una unión perfecta de arquitectura y naturaleza. Pie a tierra la impresión aún mejora, algo realmente difícil.

Repetimos air bnb pero con peor resultado que en Melbourne. Aún así estamos en un barrio estupendo al lado del centro,  en una zona que se llama Rozelle. Una península que da a la bahía y tiene más edificios históricos conservados que el resto del país. Me sorprende, y me gusta,  un barrio muy bohemio. Todo casas antiguas o restauradas, y algunas con vistas envidiables a la bahía. 

Estamos aquí cinco días con lo que me da tiempo de sobra para patearla. Y es una gran ciudad para andar, muy fácil de moverse a pie y con un centro relativamente compacto pese al mar. El transporte público es bueno aunque caro, con las tarjetas nuevas te puedes subir en todos los medios de transporte. Las tarifas me ha llevado días entenderlas. A partir del octavo viaje me ha salido gratis.


Desde Rozelle he pasado andando la primera vez por el puente Anzac, como tantos otros dedicados a la Primera Guerra Mundial. Callejeando se llega a Darling Harbour, la siguiente bahía,  esta mucho más comercial. Aquí hay un montón de museos y ocio entre comercial y terrible, desde Imax hasta museo de cera!!! Y mucha terracita para tomarse algo.

El centro más o  menos geográfico está en Town Hall, el ayuntamiento. Piedra y clasicismo inglés, bonito edificio al lado de la iglesia de San Andrés. Pero lo que realmente me gusta aquí es el Queen Victoria Building, para mi el edificio más bonito de la ciudad. También de piedra se construyó como un mercado en el siglo XIX. Hoy es un centro comercial muy estiloso con grandes relojes y perfectamente restaurado.


La zona de edificios modernos está por aquí,  ninguno llama especialmente la atención. Sólo la torre de telecomunicaciones, el Piruli local, como con una red de cables. Pero los edificios antiguos y modernos  se alternan y se integran.

En Adelaida, desde el avión,  se veía perfectamente toda la planificie de casas unifamiliares y luego un florecimiento de edificios modernos en el centro de lo que sería la City. Seguramente muy habitable pero desde la distancia muy poco apetecible de visitar. Sidney es distinto,  tiene personalidad.

Los parques están muy cuidados y se parecen mucho a los ingleses  en el estilo, aunque aquí como siempre los árboles son descomunales. Existe un Hyde Park, con sus estatuas clásicas y muy cómodo para descansar. Aquí también está la Catedral de Santa Maria, otro edificio de piedra neo clásico inglés muy aparente, hasta con  vidrieras.


Desde aquí y por la calle George - la primera del continente- y sus paralelas se baja hasta Circular Qay, la zona emblemática de Sidney. La foto de la ciudad, y a donde me acerco todos los días a pasear y disfrutar de la luz de este país que tanto me ha gustado. Pero antes, por toda esta calle  desde Hyde Park se encuentran todos los edificios históricos muy bien conservados: prisiones, administraciones, hospital, biblioteca .... muchos convertidos hoy en museo - casi todos gratis y casi todos prescindibles -

Y el jardín botánico,  otra isla verde gigante antes de llegar a la Opera y pegado a la bahía.  Más árboles descomunales y más sitios para descansar y pasear.  En cinco días Sidney me ha parecido un sitio muy tranquilo,  nunca demasiada gente, ni el bus, ni en la calle.


Por supuesto los pájaros también me siguen sorprendiendo, ya no las cacatúas que están por todos los sitios, así como los loros. Aquí la sorpresa es un  pájaro grande de pico curvo, como el médico de la peste de Venecia, que anda entre palomas y gaviotas buscando restos humanos.

Y finalmente la bahía,  y la Opera, y Harbour Bridge. Después de todos estos días a mi me gusta mucho más el puente que la Opera, pero es sólo una opinión. La Opera es el armadillo que le da la imagen a la Bahía,  ya convertida en Patrimonio de la Humanidad .


El puente, Harbour Bridge, le da profundidad y contexto. Pero además es bonito, piedra y metal. Y unas vistas estupendas. Lo he cruzado andando, pero no me he subido a el, ni el vértigo ni la entrada merecían la pena para seguir subiendo.

La bahía la descubres la primera vez desde el tren, cuando vienes del aeropuerto, y sorprende. Todo tan cerca. Si hay crucero en la bahía aun más.  Los barcos se levantan doce o catorce plantas, por encima de la Opera.


Aquí detrás hay una zona que se llama The Rocks, donde estaba una de las zonas originales de la colonia. Han dejado alguna  rincón y edificios antiguos realmente bonitos que te permite imaginar la actividad hace 200 años. Almacenes, casas, hoteles,  ... pero sobre todo pubs!!

En la zona de Queensland apenas vimos inmigrantes,  sin embargo en Sidney me sorprende que hay más asiáticos que australianos en las calles. Sobre todo por el centro no sabes si estas en Asia o Oceanía, bueno, el orden y la limpieza dan alguna pista. 

Más allá,  en la zona este de la ciudad, están  las playas. Que envidia de ciudad. Lo que le faltaba, unas playas estupendas con buen clima y poca gente!!! La más famosa es Bondi, por el Surf. Parece más una playa en un pueblo que en una ciudad.


Por la costa hay un paseo entre las rocas y entre las playas,  y desde aquí se ven perfectamente las olas y la fuerza del mar. Curiosamente  los locales vienen a ponerse al sol - ni una sombrilla con este sol que aquí quema- y a flotar con sus tablas. Bueno, aquí veo finalmente a alguno de pie encima de ella. Es curioso ver las tablas por todos los sitios, en todas las casas y terrazas, la gente caminando con ellas.


También mucho culto al cuerpo, mucho tío muy fuerte y sin camiseta. Mujeres menos. Mucha gente corriendo y haciendo ejercicio, a todas horas . Un poco como Río o como Miami,  con ese clima y con playa uno se enseña más. Hay que cuidarse. 

La zona es estupenda,  mucho mejor de lo que esperaba. Y además nos hemos podido hacer solomillos a la barbacoa. Pero sin alcohol, se ve que el problema persiste. No se puede consumir alcohol en muchos sitios de la ciudad.

Me he metido en varios museos porque me sobraba tiempo, sólo el The Rocks  me ha gustado, un edifico histórico que cuenta las cosas fáciles y bien. El de Arte Moderno o el de Arte sólo merecen la pena cuando llueve.... el tiempo ha sido en general bueno,  pero ha habido sus tormentas.


Y poco más en la ciudad, pero una gran ciudad, sin duda de las mejores del viaje, de las  mejores del mundo. Para vivir sin duda.

sábado, 19 de marzo de 2016

King's Canyon

Por la tarde después de ver las Olgas nos vamos al Norte después de una barbacoa estupenda en el campamento y una ducha que me deja como nuevo. Las comidas están siendo muy buenas. Ash es nuestro conductor, y guía,  y cocinero, .... se pega unas palizas terribles y parece que sólo tuviera 15 años. Para hacer su trabajo en Filipinas o Indonesia harían falta al menos diez personas, y aun así sería 5 veces más barato. Curioso mundo laboral.


De camino paramos en el monte Connor. Le llaman Fooluru, el Uluru de los tontos porque desde la distancia se confunde. Este es tres veces más grande y es de origen glaciar. Está dentro de una propiedad privada,  de un millón de hectáreas, así que se ve desde lo lejos. Al lado está la granja más grande de Australia,  del tamaño de Israel y con sólo 20 trabajadores. Detrás un lago salado secándose,  restos de los antiguos mares que cruzaban el continente.

El campamento es estupendo , mejor que el del primer día,  más salvaje y con menos gente. Se ven pájaros de colores por todos los sitios, Australia es el país de los loros. También se muchos más bichos. Sorprende ver como se convive con los animales venenosos. La araña de espalda roja, Red back, estaba en las baños y duchas por todos lados. Puede matar a un hombre con facilidad. Aberración de la naturaleza. Para que quiere un bicho tan pequeño tanto veneno?

Otra vez dormir a cielo abierto, con estrellas,  gran fogata, boloñesa de canguro y sus bichos. Llueve un poco de noche, alarma local. Y  las 4.00 am de pie, hoy con música local, Dingo, Dingo.


Kings Canyon es la verdadera sorpresa del viaje por el centro, es realmente espectacular, por las formas, los colores, y por que lo caminas por todos los sitios. Por arriba, por abajo y por dentro. Una formación realmente bonita, de rojo intenso y mil paisajes de foto. 

Hay que ir muy pronto por que el trekking cierra a las 9.00 de la mañana. De nuevo tenemos un día estupendo y ni siquiera llego a pasar calor. Ni siquiera hay moscas que por aquí pueden ser plaga. La subida icinial es muy empinada pero luego es fácil , y los grupos se van espaciando  dejándote tus ratos de calma y de disfrute en solitario.


El movimiento tectónico abrió aquí una grieta que permitió a un río empezar a erosionar la roca. Tiene dos formas muy distintas, una de valle tradicional en forma de v, también conglomerado. Y una parte superior que son dunas fosilizadas que es realmente impresionante. 

Las dunas de piedra se ven en capas, de a 10.000 años por capa. Cuando se cortan sin embargo parecen  como troceadas por una radial, con un corte plano y pulido, como hecho a mano.


También es muy verde. Hay aguas subterráneas pero también una especie de Oasis interior que me recuerda a Túnez y Marruecos,  pero aquí de roca roja y no amarilla, y con árboles derivados del eucalipto en vez de palmeras.  A esta zona le llaman el jardín del edén.  Así que aquí hago una paradita a comerme una manzana.

Después de visitar el interior del cañón se vuelve a subir y se disfruta desde arriba. Paisajes lunares, paisajes del planeta de los simios. Sólo algún pájaro y algún lagarto andan por la zona. Las montañas de roca se repiten y desde lo más alto se ve la forma perfecta del cañón.


Ha sido un paseo muy fácil,  6 kilómetros en 4 horas. Muy tranquilo y disfrutable. La mejor parada sin duda y la más desconocida. El mayor inconveniente  es que está en mitad de la nada, a 300 km del Uluru y a otros 300 de Alice Springs, así que después de comer hay que meterse cinco horas de bus por un paisaje repetitivo y soso.

Las paradas son logísticas y poco más.  El gran inconveniente  de Australia, las maravillas se separan por miles de kilómetros. Algún chiringuito para el turisteo, todos iguales, con paseos a camello, algún bicho local - canguros, pájaros,  dingos- y souvenires  de tomadura de pelo, especialmente las pinturas aborígenes,  infantiles, coloridas, .... a 500 dólares. Una broma.

Los camellos tienen su propia historia. Los trajeron en la época de los pioneros desde Oriente Medio porque se adaptaban mejor al desierto. Con el tren y el coche dejaron de ser útiles y aunque el Gobierno intento eliminarlos los granjeros los liberaron y ahora hay más de medio millón salvajes por el desierto. Y algunos en las granjas para turistas despistados,  que los hay!!!!

Llegamos a Alice Springs a Las siete de la tarde, nos dejan en nuestro hotel y vemos el atardecer más bonito del desierto, esta gratis. La ciudad se ve tranquila y agradable.  Hay cosas para ver por el alrededor  pero nos vamos al día siguiente hacia Sidney.  En la ciudad hay mucho aborigen, pero aqui se les ve a todos sobrios y sentados por los jardines de la ciudad. Hay loros de colores por todas partes, son las palomas  de aqui. Podía haber sido un buen lugar para descansar. Otra vez será.


Esta ruta es para venir una vez en la vida. No para repetir como otras zonas de Australia que no me importaria. Tan alejado de todo y con tanto desplazamiento. La zona está un poco convertida en un parque temático salvaje, aunque muy bien montado como todo aqui. 1000 euros por cabeza en tres días que dan para mucho más en otros lugares, y en los que además también uno se puede relajar. Pero no me arrepiento en absoluto de venir, no hay que dejar de cumplir sueños y este era uno de ellos. Aunque no todos los sueños se traducen en la misma realidad.

viernes, 18 de marzo de 2016

Uluru y Olgas

También  tenía ya planificada la siguiente parada. En Australia hay que planificar más. Dejo el coche en el aeropuerto con un poco  de stress, casi perdemos el vuelo por los atascos de entrada en Melbourne por la lluvia. Pero llegamos a tiempo.

Volamos a Uluru. Al parque nacional. Una de las cosas que tenia pendientes de visita, no sólo en Australia sino a nivel mundial, uno de esos sitios a los que siempre quise venir. A ver la Roca. La piedra más grande del mundo. Aislada en el desierto y parte importante de la cultura aborigen.


Por primera vez en diez meses me apunto a un tour pero es la única forma de venir aquí si no quieres conducir 3000km sin ver nada. Además es una zona puramente turística con todas sus trampas pero a precios australianos. Los coches se alquilan con sólo 100 km por día,  las gasolina es el 50% más caro, no se puede dormir en casi ningún sitio, .... así que al tour, a uno que me recomendó un tipo en Cairns. A dormir en el desierto al aire libre y  ver los más importante en tres días. 

Aterrizamos en Uluru a las 12.00 y allí nos recoge nuestro mini autobús con remolque,  vamos 24, un poco de todas las edades y países,  pero mucho alemán y ningún español más.  Es un grupo agradable y tranquilo que no molesta. Curiosamente mi extroversion natural se encoge en estas situaciones y grupos y hablo muy poco con el resto estos días.


Y al fin el Uluru.  Bonito. Impresionante. Pero me decepciona un poco. Es de los pocos sitios que siempre había visto que no supera mis expectativas,  otros como Macchu Pichu o el Taj Mahal o Petra o tantos otros siempre me han dejado medio en éxtasis, a pesar de haberlos vistos mil veces en foto o en la tele. Aquí no me pasa. No sé si es el sitio o soy yo.

La he visto desde el avión, no me parecía el Uluru desde tan alto, se veía pequeña. Ya de cerca si la reconozco. Desde la distancia es bonita, ese perfil rojo pulido contra un cielo de nubes bajas que sin embargo le dan gran profundidad. Y lo que más me sorprende, un verde intenso en un suelo que yo suponía totalmente desértico.


En el centro de interpretación  los aborígenes han escrito su historia - bueno, la han dictado, porque ellos no tienen escritura - Un lugar sagrado para ellos, con sus mitos y leyendas. No es una cultura que me vuelva loco, curioso si es, pero sorprendentemente atrasada. Pueblo de caza y recolección,  sin agricultura, ganadería o pesca. Con un lenguaje de 800 palabras, cuentan sólo hasta tres, .... luego todo es mucho....no hacen falta más números.

Hay una estúpida discusión sobre subir o no a la roca, al ser sagrada a los aborígenes no le gusta. Pero no está prohibido, incluso hay una cadena para que puedas subir, pero todo el mundo se esfuerza en convencerte para que no lo hagas. No sé porqué no lo prohíben directamente. No subo, no me parece bien.


Le damos varias vueltas a la roca por varias zona. De cerca me gusta más.  Más espectacular. Rojo intenso y formas distintas. Vemos varias cuevas sagradas para los aborígenes,  de niños, hombres, mujeres y ancianos. La de las mujeres se llama Mala Puta, significa bolsa de Wallaby, quien lo diría. 

Algunas de las leyendas locales son curiosas, con su mitología propia y sus marcas dejadas en el paisaje. Casi todos los accidentes del terreno, que son pocos, se explican a través de sus leyendas, la lucha entre las serpientes, el ataque del dingo gigante, ... pero lo que más me gusta es la roca en si.


Parece ser que que tiene hasta 6 kilómetros bajo tierra, como un iceberg,  la cumbre a solo 350 metros. Restos de cuando aquí había un océano que dejó los restos sedimentados  hasta que un movimiento tectónico le dio la vuelta y la dejó como esta hoy, sólo que ahora oxidada, que es lo que le da el color rojo.

Y agua. Que desierto más raro. Con agua y verde. Más tarde aprenderé que toda esta zona tiene aguas subterráneas  y es lo ue mantiene la vegetación y la vida. Sólo desde el avión veo el verdadero centro rojo del país.  Seco y desierto.


Nos retiramos a ver la puesta de sol desde el campamento. La vista del horizonte es interminable. Pero como la salida del sol al día siguiente no es especialmente espectacular. Al menos estos días.  Parece ser que las vistas de amanecer y atardecer es uno de los grandes reclamos turísticos mundiales en cualquier lugar visitable. 

Mi primera noche en vivac. Otra cosa nueva. Duermo en un swag, un saco australiano de dormir, impermeable que incluye colchón y almohada. Parece ser que era lo que utilizaban los pioneros en sus viajes, te permitía parar en cualquier sitio, aunque con los bichos venenosos de aquí es poco tranquilizador.

Al día siguiente hacemos las Olgas,  un sitio que sólo descubrí que existía cuando empecé a preparar este tramo de viaje. Es una formación parecida al Uluru pero distinta. El proceso de formación es el mismo,  pero mientras que el Uluru  condensó la arena en una gran roca aquí se junto el sedimento en forma de roca, así que las formaciones son de un inmenso conglomerado de piedras. Y el mismo rojo intenso.


Tenemos mucha suerte con el clima. Por la noche he tenido casi hasta frío, aunque eso me ha permitido ver las estrellas de madrugada. Durante el día no hace excesivo calor y eso nos permite hacer el trekking circular en las Olgas de unas tres horas. Hacía meses que no se podía hacer, aquí en verano llegan a los 48 grados y este trekking cierra como muchos otros. Los madrugones  no te los quita nadie,  hoy a las 5.20am y despertado con la música de Indiana Jones.

A esta zona los aborígenes la llaman muchas cabezas por las 36 formaciones rocosas que han quedado. A partir de 3 ya son muchas para ellos. En su mitología representan a los que formaron su mundo y es un sitio más sagrado que el Uluru.

El paseo da toda la vuelta a las cabezas y pasa por un desfiladero que queda entre ellas, muy visual. La formación la hemos estado viendo desde el primer día desde las distancia. Es lo único que se levanta del suelo en esta zona.


Al desconocerlo  por completo el paseo me ha sorprendido y me ha gustado bastante, un paisaje salvaje y distinto. De nuevo mucha vegetación en una zona que yo creía desierta.


Great Ocean Road

No con el mejor de los ánimos sigo viaje, ya tenía los vuelos y el coche y el hotel reservado,  así que por lo menos no hay que pensar. Hemos dejado la furgoneta sin novedad y ya la echo de menos a pesar de lo que me hizo sufrir con el viento, es una gran manera de viajar con  libertad.

Volamos a Melbourne con Tigerair,  económico y eficaz, mucho mejor que Jet Star y con un asiento como Dios manda. No recogen los de la compañía de alquiler y directos al hotel en Geelond. Está como a 80 km de Melbourne y ya está al principio de la costa. Nos quedamos  en un hotel que parece el de los malos de las películas americanas,  donde siempre se ocultan los sospechosos. Pero no se está mal.


La Great Ocean Road empieza al siguiente día, no me quería ir de Australia sin hacerla. Es uno de esos viajes en coche que siempre tienes en la cabeza,  seguro que por la influencia anglosajona pero es una ruta de la que sé hace mucho tiempo y estaba en la lista de pendientes. 

La verdad es que casi no sé demasiado de ella y lo primero que me sorprende es su historia. Se hizo después de la Primera Guerra mundial para unir los pueblos costeros pero sobre todo para dar una ocupación a los soldados que volvían del frente, más de 3000 trabajaron aquí durante años, abriendo la carretera entre las rocas de la costa.

Paramos en el primer pueblo de la ruta, Torquay, donde la gran atracción es el museo del surf. Obviamente me lo salto, una de las turistadas anglosajonas de la zona. Pero si me acerco a las playas surfers donde parece ser que empezó la práctica de este deporte. La costa es espléndida, y hay un montón de gente flotando en tablas de surf, aunque muy pocos o ninguno realmente de pie encima de una ola. La más famosa se llama Bells Beach pero no es ni mucho menos de las más bonitas.


Seguimos por la costa hasta Anglesea, otro pueblo turístico costero. La playa es también estupenda pero aquí nos acercamos a ver a los canguros que por lo visto son famosos en la zona, y tienen la costumbre de andar por el campo de golf. No los vemos, pero los buscamos poco, nos hinchamos a ver canguros en Tasmania. Pero si paro a entretenerme con las docenas de cacatúas que comen al lado de la carretera sin inmutarse ante mi presencia. Son cacatúas de cresta dorada con un penacho que abren con un abanico de vez en cuando.


Nos asomamos a ver un faro muy fotogénico, blanco y rojo, al pie de un verde intenso de matorrales y asomado a los acantilados de la costa. Verdaderamente bonito y salvaje,  y organizado como todo en Australia.  Las casas apenas sobresalen de los árboles. 

Paramos en Lorne,  quizás el pueblo más famoso de la ruta, bonito por la playa y el entorno más que por el pueblo. Tiene una playa muy larga y tranquila, y aun paramos a comer dos veces, la segunda solomillo a la barbacoa, el gran invento australiano. Las vistas para una comida de campo son grandiosas.


Hay un mirador en  lo alto del pueblo que permite ver la carretera y la costa, toda esta zona es la más bonita para mi del día,  con la carretera cortada en la roca y una playa salvaje detrás de cada curva, una imagen muy de la carretera del océano.


Las chicas de información me han dado unos datos y mapas muy buenos -gratis-, así que me meto por una carreterilla cerca del río a buscar koalas, y tengo suerte, ali están los dos primeros koalas que veo en libertad. Subidos a su árbol como peluches, uno muy bajito que se ve estupendamente y con una cara de sueño terrible.


La sorpresa adicional es la cantidad de loros de colores que hay por estos árboles, y como les deben dar de comer a menudo son poco tímidos. Termino con 4 o 5 subidos por encima de mi y la cámara, y alguno me pica los dedos sin piedad. Son verdes, rojos, azules, ...de todos los colores.


Hay muchos chinos en la ruta, me sorprende y me molesta un poco , siempre tan folloneros. Curiosamente no van todos en grupo,  también se ven bastante viajando por su cuenta. La amenaza china llegó a las antípodas.

Seguimos por la ruta hasta Apollo Bay, el mismo paisaje y playas, con  paradas aquí y allá para disfrutar de la costa. Los pueblos siendo de turismo costero tienen muy poco que ver con el concepto costa del Sol, no se ve nada más alto de tres plantas, y las construcciones o son tradicionales de madera o modernas de cristal y elegantes. 

Se pasa por varios parques naturales pero no nos desviamos a ver cascadas, ya vimos bastantes en Tasmania. Si nos acercamos al faro en la zona de Oatky National Park. El bosque es bonito,  y nos quedamos más de una hora descubriendo koalas en los árboles, hay casi una docena, uno por árbol,  a cual más vago y soñoliento.


Desde aquí el viaje se hace un poco más pesado, aunque el bosque es bonito la carretera se aleja de la costa, y solo de vez en cuando vuelve a ella para descubrir otra playa, otras vistas, otro acantilado.

La parte final es la más famosa y la foto que ya tenía en mi cabeza, los famosos Doce Apóstoles. Aún así sorprende, se ve realmente bonito, no por los apóstoles sino por el conjunto. El mar, los acantilados, el cielo tan alto cambiando de color. Es una formación parecida a las de la Tasman Península. El mar hace cuevas, luego se quedan en arcos, y cuando el arco se rompe se queda en apóstol o pilar de piedra. Curiosamente no son doce, son ocho. No sé si en algún momento han sido más,  pero el nombre queda muy comercial.



Más al  norte vamos a las Playas de los naufragios, parece ser que aquí ha habido muchos. Esta en concreto se hizo famosa localmente por un naufragio del que sólo dos personas se salvaron y llegaron nadando a esa playa.


La playa es realmente impresionante,  cavidades talladas en la roca por el mar, como con estrechos entre los acantilados. Es un  gran paisaje para terminar el día y mucho más bello de lo que me esperaba. El cielo tormentoso hace fácil imaginar los naufragios en la zona.

Desde aquí nos volvemos pero antes me paro otra vez en los apóstoles,  para disfrutarlos con otra luz.

Y vuelta a Geelong a dormir, al final más de 400 kilómetros hoy, otra vez por la izquierda. Merece la pena. Me ha gustado más de lo esperado y he disfrutando conduciendo tan cerca del mar, y como siempre en una naturaleza australiana que no deja de sorprender.