lunes, 1 de febrero de 2016

Bohol

El último día en Malapascua tiene el tiempo un poco complicado así que no podemos ir a la isla de Gato y lo de dedicamos a pajarear y planificar que nos va haciendo falta. La niña del resort no ayuda bastante a buscar un par de sitios en filipino, en inglés o por correo no me estaba contestando nadie.

Nos vamos a Bohol, sólo el viaje ya es una aventura aunque está a poco más de 200 kilómetros.  Primero un barquito pequeño para salir de Malapascua. Después de una discusión no tomamos una van para turistas después de que cambien el precio tres veces y seguimos en bus, unas cuatro horas. Todo muy local, viendo toda la isla,  se ve una vida muy humilde, con casitas muy básicas, canchas de baloncesto en cualquier sitio, diez gallos por casa y mesas de billar también en cualquier sitio. Comemos de cazuelas locales y llegamos a la estación norte de Cebu City, allí un taxi nos lleva al puerto. Con suerte sale un barco justo cuando llegamos,  es de los rápidos,  doble de rápido, doble de caro, pero solo 8 euros. A las 18.00 llegamos a Bohol. A Tagbilaran,  como reservamos hotel nos acercamos andando.


Tagbilaran es una ciudad típica filipina, pero pequeña,  oscura, con pequeños comercios por todos los sitios, y triciclos sin parar, aquí solo valen diez pesos por persona, ¿cómo van andar los locales?. Ni yo ando. Está lleno de panaderías así que el desayuno está asegurado.

Nos damos la vuelta tradicional por la isla pero en vez de ir en un tour nos vamos en transporte local, un poco lento pero con encanto si vas con paciencia. Los filipinos que no están cerca de los turistas son gente agradable y muy abierta, muy sonriente y ruidosos, todos se van haciendo bromas.

Nos acercamos en jeepney al mercado local y allí tomamos un bus local a Síkatuna, el nombre del jefe local que pactó con Legazpi bebiendo una vaso de sangre - hay una estatua muy chula de bronce cuando se vuelve a Tagbilaran. Es una bonita historia de confianza y tradición.... por lo menos la parte inicial del pacto. Antes de llegar a Síkatuna nos bajamos a ver uno de los motivos de la visita a Bohol, los tarsios.


Estos bichos enanos los tenia pendientes desde hace tiempo pero en Sulawesi fue imposible por los incendios. Aquí tienen un centro de conservación y se les ve mucho mejor de lo que esperaba, vemos 4, y todos están despiertos, con los ojos muy abiertos y muy cerca. Parecen de broma.  Miden unos 10 cm, con la cabeza de Yoda, que gira 180 grados, un espectáculo verlo, y unos ojos más grandes que la cabeza. Unos dedillos con los que se agarran a las  ramas, una cola super larga, y unas piernas que le dan el nombre por el largo hueso tarso. Los he visto mucho mejor de lo esperado y me han encantado, parece ser que son muy frágiles, me lo creo. Parece ser que se suicidan en cautividad, la verdad es que no me extraña que la tentación de tenerlos de mascota sea grande.

Salimos del centro y volvemos a coger el autobús,  ahora a Loboc.  Los autobuses son pura artesanía,  no sé de donde será el motor, pero el interior es todo hecho a mano, madera y metal, hasta los cristales de la ventana no son cristales, son tablas de contrachapado que se meten y sacan de la carrocería cuando llueve. En media hora llegamos a Loboc.


En Loboc está la iglesia más antigua de Filipinas,  la tiró hace poco un terremoto.  Se ve muy larga, pero poco que ver, y lo peor será la restauración. Por aquí pasa un río estupendo, entre la selva de aguas verdes. Los niños juegan en la orilla pero el plan para visitarlo da mucha pereza, unas balsas grandes para comer,  como para 100 personas, con el I will survive de fondo. Huimos y comemos en el pueblo una pizza estupenda hecha al horno, y lo mejor, unas cervezas congeladas.

Desde aquí cogemos a un señor en una moto que por un euro nos lleva al Eco Park, hay unas vistas estupendas del río y las montañas,  y además se puede tirar uno en tirolinas -yo no-,  pero la experiencia se ve fantástica.  A la próxima me atrevo, vértigo aparte.


Salimos a la carretera y subimos al siguiente bus local, también muy animado, nos hacen un hueco y seguimos la visita. La isla se ve muy verde.  Se pasan algunos bosques que parecen nórdicos y muchos arrozales, mercados y gente trabajando, muy agradable.

Llegamos a la parada final y la otra gran visita pendiente, las colinas de chocolate. Vi una foto hace muchos años y me llamó la atención el nombre -de las colinas y de la isla- así que aquí estoy.  Un euro y diez minutos de subida y todo el paisaje para mi. Me encanta. La luz, las formas, la tranquilidad. Parece ser que hay cientos de pequeñas montañas en la zona, se supone que zona de coral que salió del mar hace mucho. Ahora unas colinas pequeñas como agujeros Hobbit. Ahora no muy marrones, mas bien verdes pero sin árboles.


Desde aquí la vuelta son  dos horas de integración local, en un autobús para 30 debemos ir más de 100, 70 sentados, 30 de pie, y muchos en el techo. El ambiente es muy festivo, muchas risas entre los locales pese a la incomodidad, no parece el metro en hora punta. Las vistas con está luz estupendas, aunque la vuelta se hace larga. Llegamos a tiempo de cenar, al día siguiente desayuno y al puerto, seguimos viaje a Siquijor. En Bohol nos saltamos el buceo porque no hay bichos raros nuevos.



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