Después de la cena y charla con Vincenzo, el importador suizo de vinos, y despues de descansar poco salimos para Apo island. Si la isla de Apo. También hay un arrecife de Apo este entre Mindoro y Corón. La isla la estuvimos viendo todos los días desde Siquijor, sobre todo cuando el sol se ocultaba justo ahí y queríamos venir por los comentarios legendarios sobre sus tortugas.
El camino como siempre requiere de unos cuantos transportes, triciclo a la estación, por 8 pesos, luego un Jeepney hasta Matalay, 20 pesos, y luego lo más caro y complicado, el barco, 300 pesos, ni seis euros, pero para 30 minutos de barco aquí es caro. Por lo menos le da una buena buena vida a los pescadores y así se olvidan de dinamitar el arrecife, a largo plazo ganamos todos con una pequeña inversion.
En Matalay hay un mercado los miércoles , hoy no, pero no sé que día de la semana es, pero no miércoles porque todos los puestos están vacíos. Sólo se ve a un hombre llevando leña en un carro no medieval sino prehistórico, no tiene ruedas, sino como patines hechos de madera, y de él tira un búfalo de agua.
Al llegar al puerto hay mucho lío. Como es año nuevo chino han venido un centenar de excursión a la isla, sólo durante el día, pero han colapsado y monopolizado los barcos que hay para ir. Llegamos sobre las diez y no nos vamos hasta más de la una, y con suerte. Hay un barco publico a las dos o las tres, y esa era la última opción. Por lo menos espero en una playa leyendo un libro que no es mala espera, pero el proceso es tan caótico que cada rato hay que darse una vuelta para asegurarte que no pierdes el sitio.
El viaje con el barquillo patinador es el peor de todos los tiempos, dura sólo media hora, pero nos pasa más agua por encima del barco que por debajo, y eso que hace buen día. Abrazado a la mochila protejo las riquezas que no llegan muy mojadas porque van en bolsas de plástico, pero yo llego chorreando. Podía haber venido nadando y me hubiera mojado menos. Pero ya estamos aquí.
Apo es una isla pequeña, una parte un poco más alta, todo verde y un pequeño poblado con casas apiladas, y un par de mini resorts para bucear. Yo reserve con Mario, un local, en una habitación estupenda con super terrazas desde donde escribo con mi San Miguel.
Dejo las cosas en el hotel y me voy a hacer snorkel a la playa, en teoría ese es el lujo de Apo y su leyenda y a lo que viene la gente en excursiones de un día. Vincenzo me enseñó algún video ayer pero tampoco parecía gran cosa, y aunque había oído hablar de las tortugas nada me ha preparado para lo que acabo de ver esta tarde. Me he encontrado hasta con siete tortugas, verdes, algunas tan grandes como yo, y paciendo en el fondo del mar, con la peculiaridad de que no hay ni medio metro de agua.
La playa es una roca plana, y así es dentro del mar también, apenas cubre y el fondo está lleno de hierba, como un jardin. Aquí es donde vienen las tortugas a comer, es una reserva marina y se ve que bien cuidada. He estado sólo toda la tarde en el agua, hasta que se ha hecho de noche, me he quedado helado, me he perdido la puesta de sol, pero no podía parar de moverme de una a otra, cada vez más, cada vez más grandes, más cerca, y ellas sin ningún miedo.
Las había visto en muchos sitios, muy grandes, en Sipadan, en Komodo, en Bunaken, en Bonaire, ...pero nunca tantas, tan grandes, tan cerca, tan tranquilas. Las rémoras se asustaban más que las propias tortugas y se pasaban del caparazón por arriba a la zona de abajo.
También he visto algún bicho más, sobre todo los cangrejos porcelana que ahora los veo casi a diario y haciendo snorkel, pero hoy padre e hijo, incluso toda la comunidad en la anémona, con el pez payaso y otro más que hasta me ha mordido mientras hacía una de las fotos. Hoy me lo merezco, les he hecho muchas fotos, muy coloridos!!!!
Mario, el dueño de homestay, es descendiente del primer poblador de la isla, su bisabuelo. Me ha contando que su bisabuelo tuvo tres hijos, cada uno se fue a una zona de la isla, el que se fue a la costa sur no tuvo descendencia así que en esa zona no hay pueblo. Al oeste se vino su abuela, aquí es donde está él y el otro pueblo. Es el que da a la playa principal de las tortugas.
Aquí se hizo la primera reserva marina del país, al principio nadie quería pero tres años después de empezar a dejar una zona sin pescar se dieron cuenta que había más peces y más grandes, curiosamente el objetivo de la reserva no era proteger a los peces si no hacer más eficiente la pesca. Aquí sólo pueden pescar unos meses, luego el monzón y el aire no deja, en esa época por suerte les vienen los turistas.
El arrecife también lo destrozó un tifón hace cuatro años, así que casi no queda coral duro en toda la zona sur y oeste de la isla, Mario me cuenta que el cambio climático ya esta aquí, que hasta los vientos cambian los últimos cuatro o cinco años. La isla la tienen bastante cuidada y tiene bastante ambiente rural, con sus gallos por todos los sitios, sus tiendecitas, y aquí lo pozos que para un pequeña isla como esta son la vida. También Mario me ha contado lo difícil que es gestionar el agua.
En los tres días que estamos en la isla nos damos algún paseo por la isla, son como dos pequeñas montañas y unos caminos que comunican los distintos sitios, que son muy pocos, más pequeña que Malapascua pero mucho más empinada. La verdad es que en cuanto andas un poco no parece un sitio turístico, todo muy local y todavía salvaje. Tiene alguna laguna verde me imagino que salada y alguna playa en la que es dificil meterse en el agua, por el aire, las olas y las rocas. Pero aún así estaba más cómodo en Siquijor, aquí el resort esta en el medio del pueblo y entre gallos y buzos es un poco escandaloso.
Por lo demás me he dado el capricho de ir al agua cuatro veces a ver a las tortugas, ninguna me ha decepcionado y finalmente me he saltado el buceo. Solamente en el último paseo acuático, sólo en la ida, he visto doce tortugas pastando en menos de un metro de agua, algunas grandes como yo, todas muy verdes, a veces en grupos de tres o cuatro, sin inmutarse, saliendo a respirar con ellas la cabeza les brilla mucho más fuera del agua, como un coraza. Los cuellos muy arrugados y todavía con pequeñas uñas que conservan en las aletas, nunca me había fijado.
Bueno, no creo que nunca tenga la oportunidad de verlas igual en el agua, es una experiencia que merece la pena vivir, y si es posible más de una vez. También he visto alguna morena, alguna serpiente, algún bicho más, pero peces todos pequeños, aquí siguen pescando mucho. Por lo visto todavía es la principal fuente de ingresos de la isla, aunque el turismo debe ayudar y mucho, más de lo que reconoce Mario. La iglesia descomunal - con forma de pez!!!!- que están construyendo en la isla no está en proporción a nada, ni la isla, ni la población, ni las viviendas.... pero sigue siendo la isla de las tortugas.
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