viernes, 27 de noviembre de 2015

Banda Aceh

Banda Aceh es nuestro punto de entrada  y salida en Sumatra, y está en la punta occidental de la isla. Realmente la vemos a la vuelta. A nuestra llegada desde el vuelo interminable de Surabaya la búsqueda del hotel es efectivamente un desastre,  hasta en cinco llego a preguntar, todos llenos, las 11 de la noche. El taxista que es casi un niño nos ayuda bastante y terminamos en uno muy muy local - el de la recepción se hace fotos conmigo cuando me trae las toallas -. Sobrevivimos. A las 7 nos despiertan con el desayuno,  te y arroz, pero nos salvan de perder el ferry al que por casualidad llegamos a tiempo. Nos lleva un abuelo en un tuk tuk tras una conversación en mi indonesio de ninguna palabra, pero llegamos. Soy el único blanco, así que sacar el ticket entre un grupo de locales apretados contra una verja me lleva un rato.

En la vuelta desde Pulau Weh la logística va mejor. Al llegar al puerto un amigo de Tony, el del tuk tuk de Pulau Weh, nos espera en otro tuk tuk y nos lleva al hotel que está vez si conseguí reservar en booking. Hay una pequeño rifirrafe entre conductores de tuk tuk pero llegamos sin novedad.

El plan es ver un poco la ciudad. Banda Aceh fue un reino relevante en el siglo XVII,  sobre todo por el comercio al estar tan cerca de Malaca y también en la ruta de la Meca.  Todo esto fue hace mucho y realmente ha sufrido más conflictos que otra cosa.  Por desgracia el Tsunami los puso de nuevo en el mapa de la actualidad.  Casi la mitad de su población murió,  los  números de muertos y desaparecidos no quedan totalmente  claros, pero creo que en total un cuarto de millon en todas las zonas. La ciudad fue totalmente barrida, el epicentro casi al lado de su costa. Hoy en día nada de esto se aprecia, sólo una ciudad tranquila,  eso sí,  totalmente nueva.


Banda Aceh nunca se ha integrado realmente en Indonesia, ni siquiera durante las épocas de Sukarto primero, y Suddarto después. Con Suddarto la confrontación fue mucho más violenta, aunque realmente Suddarto dedicó gran parte de su tiempo a las purgas, en todo el país. Parece ser que el tsunami aparcó parte del conflicto, quizá la llegada de un problema mayor paso a segundo plano las discusiones nacionalistas. En un año se firmó la paz.


Nos hemos acercado a la mezquita más famosa aquí,  Raya Baiturraman. La pillamos en obras, bueno, todo los alrededores.  Parece que le están construyendo nuevos jardines pero hace que no se vea la perspectiva completamente,  una pena,  porque es una construcción ligera,  casi parece una mezquita colonial, blanca con sus cúpulas negras y sus puertas de bronce.


El ambiente es muy tradicional y tranquilo, es viernes y la mezquita tiene muchas actividad, nosotros no podemos entrar pero la vemos por fuera con las capuchas en préstamo. Somos los únicos blancos andando hoy por la ciudad, la  gente nos mira y sonríe,  pero todo el mundo nos deja tranquilos, un placer de caminata.

Como es viernes todo cierra de 12.00 a 14.00,  hasta nos cuesta encontrar donde tomar un café.  Nos acercamos a ver el museo del Tsunami,  una Calatravada de seis millones de dólares,  es bonito pero me parece excesivo, me imagino que hecho con los sobrantes de las donaciones internacionales, mas de 600 millones de dólares. El contenido es pobre pero hay un vídeo espectacular del tsunami en el que se ve la entrada en Banda Aceh y en el que un niño protagonista explica el proceso. Primero hubo un terremoto y cuando la gente se estaba recuperando del primer impacto el mar entro en la ciudad, como una riada, destrozándolo todo. Y después de las primeras olas vinieron otras.


Quizá una de las fotos que más impresionan es la de la mezquita que queda de pie con todo el barrio reducido a escombros. De las imágenes de vídeo sin duda la entrada en tromba del agua por las calles de la ciudad. Una ola de 18 metros que lo arrasó todo.

Un barco de pesca llegó al medio de la ciudad y se quedó atrapado encima de unas casas. En el salvaron sus vidas casi 60 personas que se pudieron subir. El barco lo han conservado como monumento, por la tarde nos acercamos caminando. Ahí está,  se ve raro, parece mentira que fuera aquí,  difícil de imaginar.


Siguiendo por el río hasta el mar están colocados los barcos de pesca, me imagino que todos nuevos, todos comprados con las donaciones, como casi todas las casas nuevas en esta zona. Están subiendo a pulso los bloques de hielo a los barcos para conservar el pescado en alta mar. Al lado están secando pedazos raros de pescados al sol, justo al lado de los barcos. Los pescadores saludan y se acercan a preguntar de donde somos.


Las zonas comerciales se agrupan por gremios, esto es muy de Asia. En una misma acera hay 14 peluquerías exactamente iguales, ni con nombre en la puerta. Lo mismo pasa con las tiendas de arreglos de motos y demás. Como en el resto de Asia también hay incontables negocios de telefonía móviles, en todas las calles, muchos seguidos. Las casas comerciales siguen el modelo de casa china, tienda abajo y vivienda arriba, pero en diseño horrible cuadrado de hormigón y balcones de metal.

Hemos pasado por el mercado local, colorido y oloroso, sobre todo por sus pescados y carnes. Muy movido para ser por la tarde, por lo menos vemos variedad de frutas y verduras. También hemos comido bien  aquí,  con algún sitio un poco más cuidado donde hemos hecho opciones oriental y occidental,  cafés incluidos, eso sí,  en los más locales todo por señas pero con sonrisa.


La vuelta la hacemos en tuk tuk local que lo tengo controlado, le llaman becak,   con asientos al lado de la moto y enganchados como un carrito. Se usa para todo, para transporte de personas,  animales y cosas . En Pulau Weh cogemos alguno de cuatro plazas de madera, parecía el carrito en miniatura de Cenicienta. Al aeropuerto vamos en uno a la mañana siguiente, nos lleva el mismo amigo de Tony, un tipo muy agradable pero que habla demasiado y no mira mucho a la carretera.  Mi mochila va enganchada en la zona de delante,  curiosa manera de coger un vuelo internacional.



Me he leído Fear and Loathing in Las Vegas,  de Stuart Thompson. En inglés,  en papel,  lo cambie en el dive center y  me lo leí allí en la playa. Es un libro de culto, como la película, pero a mi no me dice nada. Un fin de semana de drogas sin control en Las Vegas,  ni siquiera es un  fiestón como Dios manda. Me imagino que el culto le viene de la época en la que fue escrito, en el 71, dando una visión más dura de las drogas que los años 60, y por otro lado el morbo de ser una historia entre real y ficticia, pero totalmente prescindible de leer en este siglo. La diferencia entre los grandes libros y los que no lo son.




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