domingo, 15 de noviembre de 2015

Volcán Ijen

Para subir al volcan Ijen salimos a la una de la mañana,   más dormido que despierto, subimos al 4×4. Vamos con Gaby y Mariano,  unos argentinos muy cercanos que vienen de Nueva Zelanda después de 7 meses; con Octavia,  una italiana que habla en argentino,  y Laurence,  un holandés agradable que lleva un año viajando. Es un muy buen grupo para caminar. El jeep nos sube hasta la base del Ijen, por el camino revienta una rueda, pero llegamos hasta arriba. 

En la entrada hay bastante gente, pocos locales porque es lunes, hemos venido a propósito fuera de fin de semana. Hay que pagar 100.000 rupias por subir. Habrá como unas 100 personas, le quita encanto pero es el problema de que la actividad empiece para todos a la vez, una vez en el camino, y sobre todo a la vuelta, se nota bastante tranquilo y se disfruta más. 

Empezamos en oscuridad absoluta,  con nuestras linternas, un camino muy muy empinado,  y muchísimo polvo. Las estrellas se ven estupendamente, un cielo distinto al de casa, cielo del sur. A mitad del camino se empieza a ver bajar a los famosos mineros del azufre. Da igual que lo hayas leído antes, que lo sepas, impresiona ver a estos tipos tan pequeños cargar sobre sus espaldas hasta 90 kilos en una palo con dos cestas. Cada kilo se lo pagan a 1.000 rupias,  1 euro cada quince kilos. Después de hacer tu mismo el camino de subida y de bajada con una pequeña mochila, un camino bastante duro,  y a veces medio peligroso, el asombro es mucho mayor que cuando los ves en la oscuridad de la noche.


No se cuanto tiempo hemos tardado, pero yo creo que unas tres horas. Es un camino empinado,  y está alto, más de 2.000 metros, enseguida duele la cabeza como si estuvieras en el altiplano. Arriba del todo el camino se aplana y hace más frío mucho viento, no me doy cuenta al subir pero al volver con la luz me daré cuenta que estamos andando por el borde del cráter. 


Desde aquí se empieza a bajar, te metes realmente en la caldera del volcán. Es un camino empedrado, irregular, por el que bajan los visitantes y suben los mineros con sus terribles cargas. A veces nos perdemos,  aun con la  linterna es difícil saber a veces el  mejor camino, en esas situaciones esperamos a ver a algún minero o a  algún pequeño grupo con guía,  nosotros vamos solos.


Abajo del todo es realmente la puerta del infierno. Por una lateral de la montaña la tierra se abre y deja de escapar gas y azufre, el humo sale a presión. Más tarde con la luz veré algún dispositivo que los mineros han montado para canalizar parcialmente  esos gases. A esta hora de la mañana conseguimos ver el fuego azul, uno de los motivos de venir tan pronto. De dentro de la montaña escapa fuego completamente  azul que solo se puede ver aquí o en Islandia. Es bonito, distinto,  único,  pero para mi no el mayor atractivo del lugar, aunque es curioso verlo. 

Cuando empieza a haber luz,  aquí como en todos los sitios del ecuador se hace de día sin sol, descubro el gran lago azul y verde que está dentro del caldera y detrás de donde sale el humo sulfuroso. Es realmente impactante, un descubrimiento. También se aprecia mucho mejor como de dentro del cráter estamos, con sus caldera como montañas alrededor. 


En las entrañas del vapor se ve a mineros suicidas sacando de entre el humo pedazos grandes como rocas del interior de la montaña y la humareda. Están ahí, ahora por lo menos con una pequeña máscara antigás,  por lo menos este que está tan adentro,  los que suben y bajan no las llevan puestas. Yo también llevo una, me recuerda las películas de los 70. Me aprieta la nariz, me escuecen los ojos. Enseguida le pillo  el truco, sólo hay que acercarse con el viento a favor, entonces las nubes de humo amarillo desaparecen.


La subida de la caldera con luz es más fácil que la bajada. Por el camino se ven a decenas de  mineros con su carga. Ahora intentan vender algún souvenir de azufre y posan para algunos turistas por unas rupias - rupias que una pareja de maduros franceses no les dan después de coserles con un foto reportaje para el que los mineros se paran y posan, pero los mineros son lentos, no les pueden perseguir. Me parece mal, injusto. 

Desde más arriba hay ahora unas vistas estupendas, de vez en cuando con el contraste del amarillo del azufre en las cestas que brilla. Las paredes del cráter parecen que están desgarradas por uñas gigantes que han abiertos ríos de arena seca, paisaje lunar.


En la cumbre esperamos al sol de verdad. Un cartel que ahora se ve mejor dice que esta prohibido bajar, no lo entiendo,  el gobierno vende entradas, supongo que son carteles antiguos y se han quedado como elementos exóticos. También  puede ser para defenderse de posibles accidentes. He visto alguna gente muy dentro del humo, y el aire cambia muy rápido. Los colores no cambian demasiado o a demasiado mejor y bajamos después de estar una hora allí sentados, ya casi solos. 


Ahora se ve perfectamente el borde del cráter, como un paisaje del planeta de los simios. La bajada es muy luminosa, con todo lo que no hemos visto antes, las montañas,  mas volcanes y todo el polvo del camino flotando en el aire, menos mal que bajamos solos. La ventaja de venir sin guía y tener tiempo.


En el camino se ve a mas mineros operando con el azufre. Una vez que los suben desde la caldera en los cestos sobre los hombros en grandes lajas, se paran en el borde del camino, lo rompen en pequeños pedazos y llenan  unos sacos que luego llevan en carretillas de metal fabricadas con este propósito. Cuesta abajo es buena idea, cuesta arriba caminan con la carretilla encima de los hombros. La carretilla más alta que ellos.


Al llegar abajo del todo el conductor no nos puede llevar de vuelta,  el reventón no tiene arreglo fácil. Viene el dueño del hotel a buscarnos y nos lleva de vuelta, en teoría hace un pequeño tour pero en el grupo hay pocas ganas, normal después de levantarse a la 1 de la mañana y andar más de cinco horas. Paramos a ver las abejas en sus colmenas, las plantaciones de café,  de caucho, ...pero sin bajarnos del coche. Y nos saltamos la parada en la cascada para bañarnos,  yo me hubiera quedado, estoy fresco y ya hace calor.

Llegamos al hotel a las 9.00 y dormimos un poco, decidimos todos quedarnos un día más - cuesta cinco euros quedarse!!!!-  y planificar desde aquí el viaje al Bromo, el siguiente volcán. 


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