viernes, 4 de diciembre de 2015

Manila (1)

Manila me recibe de mañana.  Un vuelo terrible que no me dejara dormir, se sale a la 1.00 am de KL y llega a las 5 am. Llegamos con luz, se agradece. Lo primero que me sorprende es el transporte.  Los jeepneys,  esos coches camiones alargados de transporte,  pintados de mil colores, parecen recién salidos del caribe, de La Habana.



Ahí se acaba lo bonito. Manila es sobre todo miseria. He visto más miseria en un día que en seis meses por Asia. La gente vive tirada por las calles, hay mendigos por todas partes y muy insistentes, las calles llenas de prostitutas, y sobre todo los niños, una pena, pidiendo como en juegos, siempre mendigando. 


Nos quedamos en una guesthouse cerca del centro, Wanderers,  muy de viajeros y con  muy buena terraza. Aquí pasamos el tiempo huyendo de la ciudad, conociendo gente y preparando próximas etapas. Nos encontramos a Enrique,  el rojo mayor que nos encontramos en Penang hace cinco meses. Sigue contando historias, le siguen pasando cosas y sigue andando por ahí sin camiseta.

Tenemos que hacer un tramite en la embajada española,  tenemos que renovar el pasaporte. Chocamos con la administración hasta fuera del país.  Hay que volver al día siguiente porque el canciller tiene que ver físicamente el pasaporte!!!! ... y está visitando  a un enfermo!!! .... somos los únicos en la cola. Cierran para el puente de la Constitución, también las fiestas locales,  y una hora antes de cerrar, a la una ya no dejan subir a nadie, no sea que se atasquen.  Nada nuevo en el imperio.


Sufrimos las primeras experiencias viajeras. Terribles. El metro es por superficie y la cola para subir tremenda. Entrar en los jeepneys es una risa. A donde vamos a parar es cuestión de suerte. Es muy barato y la gente ayuda. Se entra por detrás, mandas tu dinero hacia el conductor y te devuelve unas monedas que pasan de mano en mano. También hay triciclos a motor y sin motor. El caos. Pero colorido. 

Intentamos dar un paseo por la ciudad, por la parte nueva. No merece la pena. Es desagradable.  Mucho edificio nuevo sin casi espacio para andar y ruido y coches por todos los sitios. Makati se llama la zona. Prescindible.


El otro descubrimiento positivo es la cerveza, la famosa San Miguel, que tiene monopolio en Filipinas. Es la original, de donde se separó la marca española.  Está muy rica, se encuentra muy fácil - aquí son católicos y muy católicos,  nuestra herencia- y además es muy barata. Sorprende que en algunos sitios está al precio del agua!!!

Nos vamos al norte, veremos la parte histórica,  la poca que dejo la Guerra a la vuelta. Hay que volver a recoger el pasaporte!!

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