martes, 8 de diciembre de 2015

Banaue

El dia del trekking de Batad a Bagaan llegamos a Banaue  de nuevo, este pueblo es la entrada y la salida de la zona de Ifugao. Pasamos la tarde en Banaue, es un pueblo catástrofe en un paraje impresionante. Las casas se suben por las montañas como las terrazas, las terrazas también. Sale el sol, otro clima, otro lugar, el verde brilla en todas las montañas. 


Encontramos un lugar para quedarnos, Uyumi Guesthouse, y salimos a comer algo. Todo más barato, todo más rico, nos dedicamos a los dulces. En la plaza del pueblo los coches siguen llegando como en Belle Epoque,  con sus ruedas de respuesto,  gentes y cajas por todos los sitios y mil colores.


Nos acercamos al museo, nos lo recomendó Eduardo por las fotos. Merece la pena, son de 1910, verdaderas tribu casi africanas, con sus pigmeos incluidos - aquí se les llama negritos y son una raza- Aquí aprendo que las casas de aquí son casas y no hórreos.  También la tradición de sentar a los muertos en una silla especial hasta 15 días antes de enterrarlos. A los que mueren asesinados no, a esos los apoyan contra un poste de la casa, para que el espíritu se amargue y se vuelva vengativo.

El último día lo tomamos de relax que vuelve a tocar volver en bus por la noche, así que desayunamos y comemos y merendamos, y probamos más dulces y tomamos más San Miguel. Lo único que hacemos es subir a ver las terrazas de Banaue desde los miradores, aprovechando un hueco entre el invierno y el verano que hay aquí, para evitar riesgos y por vaguería subimos en triciclo, unos 15 quince minutos y unas cuantas paradas.


La vistas son buenas desde cualquier sitio que te asomas, las terrazas llegan desde lo alto de las montañas al valle que hace el río que pasa por Banaue. Aquí las terrazas son de barro no de piedra, así que el barro es colonizado también por el verde y toda la montaña parece tallada y mimetizada.


Desde arriba del todo hay una vista completa hasta Banaue, aquí me dan ganas de andar, me pasa como en el Camino por las mañanas al ver las pequeñas rutas por la montaña, para meterme en el paisaje en vez de disfrutarlo en la distancia.

Aquí se ven unas ancianas que se visten con ropas locales para ser fotografiadas y llevarse una propina. Nunca pago por una foto, y no me gusta hacer fotos de gente no espontánea, pero aquí es por una buena causa. Obviamente no hay seguridad social,  sólo los hijos, y estas señoras parecen tener casi 100 años,  con las propias terrazas esculpidas en la cara.


La gente mayor que ha vivido en el campo en esta zona camino totalmente encorvada, con la espalda como una ele totalmente inclinados mirando al suelo. Me imagino que el resultado de décadas de trabajo agachado en el arrozal, ahora removiendo la tierra y dejando un camino tortuoso en la piscina de arroz, fácil de adivinar en la huella que dejan detrás. Ya lo vi en China,  en la columna del dragón,  no es una situación excepcional, casi todo los mayores en los pueblos caminan así.


En el pueblo la vida sigue en la plaza principal, con sus transportes, sus gallinas y sus bultos. Nosotros nos preparamos para la paliza nocturna, más bollos y más San Miguel. Y fluimicil para el trancazo.

En sólo dos páginas se recupera todo el amor por la literatura,  entiendes porque unos libros te gustan y otros no, porque un escritor te llama una y otra vez. Unas líneas de Benedetti son suficientes, aunque siempre sea triste. La Vecina orilla, una historia de 45 páginas perfectas. Alguno me dirá que un poco de rojos.

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