lunes, 7 de diciembre de 2015

Bangaan

Ha sido un trekking perfecto en un día estupendo en el que todo ha salido redondo, cada vez más cómodo en la zona, y disfrutando de la naturaleza. Cuando volvía en el autobús pensaba que estos 5 días son un viaje en si mismo a un  mundo diferente, otro viaje dentro de mi viaje.

Nos hemos levantado con sol y después de desayunar hemos emprendido el camino, había que evitar la lluvia. Hemos salido por la entrada del pueblo y enseguida hemos bajado un fuerte desnivel, en 20 minutos ya estábamos andando por terrazas, con Gaspar,  un perro hambriento mas que nos guía y acompaña todo el día.


Vamos solos, sin guía, y al cruzar las primeras terrazas se acaban las indicaciones y simplemente seguimos el consejo de bordear la montaña. Y vamos si las bordeamos. Lo hacemos durante más de tres horas, pero hoy el perfil de la etapa es mucho más plano y se agradece.

Como vamos muy altos en cuanto damos la vuelta a la montaña disfrutamos de un paisaje nuevo,  un valle nuevo. Las grandes montañas se pierden hacia el este y el camino se adivina como el de Santiago pegado a la montaña. Aquí nos encontramos con el único otro viajero,  este viene guiado y enseguida nos adelanta. 


En esta zona las terrazas están plantadas de arroz y brillan con un  verde fluorescente en la distancia, como pintadas,  con sus pequeñas casas e iglesias en el centro. Desde lejos no se ve como llegar a estos pueblos.

En la otra vertiente de la siguiente montaña llegamos a otro valle, menos espectacular que el anterior pero también con las terrazas verdes de arroz. Por el camino  hemos pasado algún pequeño pueblo en el que además de arroz empiezan a cultivar judías y pimientos en las terrazas,  al menos mejorarán la dieta.



A lo lejos se adivina la carretera principal, cuando llegamos vemos que vamos por buen camino, es una carretera que se está abriendo a través de las montañas,  estas se niegan y lo llenan todo de piedras. Las paredes las intentan sostener con  nuevas terrazas, igual de manual y tradicional que hace dos mil años.  Parece un trabajo interminable.


Después de andar diez minutos por la carretera llegamos a Bangaan. Es un pueblo en lo alto de una curva,  pero su valor está de nuevo en sus terrazas y sus casitas allí metidas. Otro nuevo valle, mas nuevas terrazas, otra postal. Parece también de mentira. Fotogénico. Aquí nos pasa un ciclista que es de Huesca y trabaja en Manila, ya son ganas!!

Paramos a comer en el Family Inn. No son ni las doce, pero aquí esperaremos un transporte con unas San Miguel . Antes de irnos llegan otros dos chicos de Madrid con su guía,  hacen el mismo recorrido pero vuelven a Batad. En unos minutos el tiempo se va al invierno y no se ven ni las montañas delante. Justo viene el bus y dejamos aquí a Gastar después de darle los restos

Finalmente nos vamos en un bus muy local, pero por suerte no nos toca ir en el techo. Llueve, la carretera esta llena de piedras que caen de la pared, y vamos viendo el desfiladero todo el camino por las ventanas de madera. Se pasa susto. Al llegar nos cobran local, medio euro, y nos seguimos dando cuenta que sólo los que realmente están demasiado cerca del turismo son mala gente. 


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