domingo, 10 de abril de 2016

Malborough

Más hacia el sur busco cosas distintas. Ya el paisaje es difícil  que me sorprenda o me atraiga. Hacía el sur he leído de un museo de aviación de la Primera Guerra Mundial, está en Omaka, y lo ha montado el director del Señor de los Anillos, Jackson, que además y por lo visto lo han hecho Sir.


El museo está muy bien, no se si vale 30 dólares,  pero aquí el concepto calidad precio es difícil de medir después de un año por Asia. A mi me ha gustado mucho, realmente casi todo lo que se puede ver en los museos y en general leer e informarse es de la Segunda Guerra Mundial, pero para esta gente  como  para los australianos y también franceses, la Gran Guerra es la Primera.

Tienen pocos aviones originales, la verdad es que quedan muy pocos en el mundo. De algunos modelos ninguno. Pero son unas réplicas estupendas y vuelan. La aviación de la Primera Guerra Mundial absorbió a gran parte de la caballería,  el señorío cambiando de regimiento por la tecnología.  Las historias son curiosas, de heroísmo,  locura y sorprendente admiración y respeto por el enemigo. Una especie de nuevos caballeros.


Sabia muy poco de estos aviones, algo he aprendido, pero sobre todo te entran por los ojos, los biplanos y los triplanos, incluido el del Barón Rojo. Tienen la cruz original de su avión. Cuando le mataron nada más llegar el avión a tierra lo despedazaron para souvenirs de la época, hasta las botas le robaron. Que por cierto aun se conservan en Australia.


El alto mando inglés mandaba a sus pilotos sin paracaídas,  para que no se tirarán antes de tiempo y malgastar aviones. Sin embargo gastaban más en botas y abrigos, la elegancia inglesa. Los alemanes no, así que cada vez que cazaban  uno se rifaban el equipo.

El que más me ha gustado  es una avión monoplano,  alemán,  con alas de pájaro.  El que más se parece a un pájaro que haya volado. Parece de broma. En los libros de Bill Brysom se aprende algo de la evolución de la aviación en los años 20 con la competencia para cruzar el atlántico. De la década anterior no sabía nada más allá de los hermanos Wright. A viejos llegaron pocos.


Al lado se pueden ver coches antiguos -con otra entrada- pero aquí como en Tasmania el museo está en la calle, se ven muchos coches clásicos a pleno rendimiento,  hasta camionetas.

Dormimos en Blenheim y a la mañana siguiente nos vamos de bodegas que son muy famosas por la zona, producen el 75% del sauvignon blanc del país.  Todo muy bien, menos conducir después de probar más de 10 vinos.

La zona es un  valle entre montañas con viñedos tan regulares que no lo parecen, como cortados con máquina -probablemente -. Cloudy Bay es la bodega más elegante de las que visitamos y probamos cinco de los vinos que tienen. El Sauvignon Blanc es espectacular,  el Pelorus con gas muy bueno, y los tintos pinot  noir  penosos - y alguno a 90 dólares la botella - todos de tapon de rosca.


Paramos en un par de bodegas más,  entre ella Nautilus. Aquí han traído albariño y parece que lo venden muy bien, aquí la cata es gratis y el dueño muy simpático. Menos glamour, el mismo resultado. Buenos blancos y tintos pobres. Y castañas y nueces en el jardín que nos duran hasta hoy camino de Madrid.

Me ha gustado más el vino de Australia que el de Nueva Zelanda, de hecho del de Australia me ha sorprendido calidad - precio. El de Nueva Zelanda lo suponía mejor.


Desde aquí carretera por la costa hasta llegar a Kaikoura al final del día,  un poco largo y el día se pone feo. Pero la costa nos vuelve a mostrar hermosas vistas, pero sobre todo cíentos de focas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario