martes, 12 de abril de 2016

Kaikoura

En Kaikoura es el único lugar en el que repetimos noche. Ha sido un paseo algo movido este de Nueva Zelanda, muy distinto de todo el viaje anterior. Es una suerte que terminemos aquí porque ha sido uno de los mejores sitios, de los mejores paseos, de nuevo cerca del mar y lleno de bichos.


Ya estoy hecho a los Holidays Park, que invento!!!! Sobre todo en  temporada con poca gente. Están en muy buenos sitios y con  habitaciones grandes, se ve que es muy utilizado por los locales.

Esta zona es famosa por los animales, avistamiento de ballenas y demás. También muy comercializado con tours pero con la gran ventaja que aquí te puedes adentrar en la península tu solo a recorrerla andando y es un gran paseo. Con calma, los 11 km me duran seis horas en vez de tres, pero es realmente diferente y agradable.


El paseo empieza en la ciudad, la península apenas esta habitada. Tiene dos itsmos que son playa, de piedra negra al norte blanca al sur curiosamente. La península son todo acantilados, las grandes montañas al fondo, mar por todos los sitios. Se puede andar por el pie de los acantilados y dar la vuelta entera con la marea baja, tenemos suerte y aprovechamos.

Desde el minuto 1 se ven bichos, primeros pájaros de mar, sobretodo cormoranes secándose al sol, de dos o tres tipos. A lo lejos parecen pingúinos, pero de estos no vemos ni uno, son tímidos.


Casi piso a una foca que se ha echado a dormir al lado de la carretera. Aquí es donde más cerca las vemos con diferencia y además donde más hay, a cíentos. Estas son menos tímidas y se inmutan poco a tu paso, ni gruñen.

Con la marea baja toda la costa es piedra tallada, plana, arrugada, como adoquines de Toledo o piel de dragón. Como no la han bautizado pasa poca gente por aquí a verlo, pero es realmente diferente.


Al rato de andar entre las piedras vuelvo a pisar focas, menudo susto nos damos unos a otros. Aquí hay docenas, es la punta de la península y ya se ve algún chino. También están muy tranquilas, son todas de la misma raza. De piel. Blancas al sol, marrones oscuras en el agua. Se mimetizan con la roca en tierra y con las algas en el mar.

Por aquí se sube a un mirador y se puede andar todo el trekking por la cornisa de los acantilados, las vistas dan a un mar salvaje y azul. En estas playas es desde donde divisaba a las ballenas y le daban caza, por lo visto si decían eso de por allí sopla.... sobretodo cachalotes, como Moby Dick. Ahora dan pasta de otra manera, con los avistamientos. Menos mal que no es temporada, aquí la moda es ir a verlas en avión. Nos quitamos el ruido.


Al rato de estar arriba bajamos a la costa, menos vista pero mucho más bicho. Muchísimos.  Comemos en unas rocas, rodeados de ellos. Como el camino no va normalmente por aquí estos están menos acostumbrados y están más atentos, nos dan algún susto y alguna risa.

Saliente tras saliente conseguimos dar la vuelta a la cara sur, más mar de piedra y foca durmiendo. Un gran paseo de los mejores, aunque aún queda más de 1 hora para volver andando,  cruzando el itsmo de vuelta al coche. Esta parte da más pereza.

Más  mejillones para cenar y el penúltimo vino, y como un peso en la cabeza en el que no intentas pensar pero sigue ahi. Esto se acaba.




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