jueves, 14 de abril de 2016

Christchurch

La vuelta a Christchurch es fácil aunque un poco aburrida. Nos asomamos por la costa para ver los acantilados catedral en Gore,  otro pedazo de marketing naturaleza. No es espectacular pero nos damos el último paseo por la playa, esto ya es el Pacífico desde hace unos días. La última comida al lado del mar.


Llegamos a Christchurch a tiempo de dar un paseo. La impresión no es mucho mejor que la del primer día,  no es un sitio que merezca la pena ver, pero ya estando aquí paseamos. La misma impresión de reconstrucción incompleta y descampado. Un paseo por el botánico y por su centro inconexo. Uno de los grandes ejemplos de que la Lonely Planet intenta a veces quedar bien con todos. Y más chinos.

Nos quedamos en el mismo airb&b. Los gatos nos asustan, se ponen a llorar, y la dueña nos dice que lo hacen cuando hay terremotos. Por suerte hoy no, aunque se va la luz en toda la ciudad y nos asustamos un poco más. Falsa alarma. A dormir. A devolver el coche. A volar.



Qué vacío. Que pocas ganas de volver. En el primer avión,  camino de Auckland. Quedan 40 horas de viaje. Pasar por Australia y Dubai antes de llegar a Madrid, a la nada. Aquí me han despedido las ovejas en el finger de entrada al avión. Aquí se acaba  esta experiencia. Hay que empezar a pensar en los próximos  sueños y a disfrutar de todo lo cotidiano que no ha existido el último año. Va ser una transición difícil, pero hay que celebrar más lo vivido y seguir disfrutando del día a día cada dia. Sólo me arrepiento de no haber disfrutado aun más,  cada momento y cada experiencia. Y ya con ganas de más Instantes.


Correría más riesgos,
haría más viajes,
contemplaría más atardeceres,
subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares a donde nunca he ido.




martes, 12 de abril de 2016

Kaikoura

En Kaikoura es el único lugar en el que repetimos noche. Ha sido un paseo algo movido este de Nueva Zelanda, muy distinto de todo el viaje anterior. Es una suerte que terminemos aquí porque ha sido uno de los mejores sitios, de los mejores paseos, de nuevo cerca del mar y lleno de bichos.


Ya estoy hecho a los Holidays Park, que invento!!!! Sobre todo en  temporada con poca gente. Están en muy buenos sitios y con  habitaciones grandes, se ve que es muy utilizado por los locales.

Esta zona es famosa por los animales, avistamiento de ballenas y demás. También muy comercializado con tours pero con la gran ventaja que aquí te puedes adentrar en la península tu solo a recorrerla andando y es un gran paseo. Con calma, los 11 km me duran seis horas en vez de tres, pero es realmente diferente y agradable.


El paseo empieza en la ciudad, la península apenas esta habitada. Tiene dos itsmos que son playa, de piedra negra al norte blanca al sur curiosamente. La península son todo acantilados, las grandes montañas al fondo, mar por todos los sitios. Se puede andar por el pie de los acantilados y dar la vuelta entera con la marea baja, tenemos suerte y aprovechamos.

Desde el minuto 1 se ven bichos, primeros pájaros de mar, sobretodo cormoranes secándose al sol, de dos o tres tipos. A lo lejos parecen pingúinos, pero de estos no vemos ni uno, son tímidos.


Casi piso a una foca que se ha echado a dormir al lado de la carretera. Aquí es donde más cerca las vemos con diferencia y además donde más hay, a cíentos. Estas son menos tímidas y se inmutan poco a tu paso, ni gruñen.

Con la marea baja toda la costa es piedra tallada, plana, arrugada, como adoquines de Toledo o piel de dragón. Como no la han bautizado pasa poca gente por aquí a verlo, pero es realmente diferente.


Al rato de andar entre las piedras vuelvo a pisar focas, menudo susto nos damos unos a otros. Aquí hay docenas, es la punta de la península y ya se ve algún chino. También están muy tranquilas, son todas de la misma raza. De piel. Blancas al sol, marrones oscuras en el agua. Se mimetizan con la roca en tierra y con las algas en el mar.

Por aquí se sube a un mirador y se puede andar todo el trekking por la cornisa de los acantilados, las vistas dan a un mar salvaje y azul. En estas playas es desde donde divisaba a las ballenas y le daban caza, por lo visto si decían eso de por allí sopla.... sobretodo cachalotes, como Moby Dick. Ahora dan pasta de otra manera, con los avistamientos. Menos mal que no es temporada, aquí la moda es ir a verlas en avión. Nos quitamos el ruido.


Al rato de estar arriba bajamos a la costa, menos vista pero mucho más bicho. Muchísimos.  Comemos en unas rocas, rodeados de ellos. Como el camino no va normalmente por aquí estos están menos acostumbrados y están más atentos, nos dan algún susto y alguna risa.

Saliente tras saliente conseguimos dar la vuelta a la cara sur, más mar de piedra y foca durmiendo. Un gran paseo de los mejores, aunque aún queda más de 1 hora para volver andando,  cruzando el itsmo de vuelta al coche. Esta parte da más pereza.

Más  mejillones para cenar y el penúltimo vino, y como un peso en la cabeza en el que no intentas pensar pero sigue ahi. Esto se acaba.




domingo, 10 de abril de 2016

Malborough

Más hacia el sur busco cosas distintas. Ya el paisaje es difícil  que me sorprenda o me atraiga. Hacía el sur he leído de un museo de aviación de la Primera Guerra Mundial, está en Omaka, y lo ha montado el director del Señor de los Anillos, Jackson, que además y por lo visto lo han hecho Sir.


El museo está muy bien, no se si vale 30 dólares,  pero aquí el concepto calidad precio es difícil de medir después de un año por Asia. A mi me ha gustado mucho, realmente casi todo lo que se puede ver en los museos y en general leer e informarse es de la Segunda Guerra Mundial, pero para esta gente  como  para los australianos y también franceses, la Gran Guerra es la Primera.

Tienen pocos aviones originales, la verdad es que quedan muy pocos en el mundo. De algunos modelos ninguno. Pero son unas réplicas estupendas y vuelan. La aviación de la Primera Guerra Mundial absorbió a gran parte de la caballería,  el señorío cambiando de regimiento por la tecnología.  Las historias son curiosas, de heroísmo,  locura y sorprendente admiración y respeto por el enemigo. Una especie de nuevos caballeros.


Sabia muy poco de estos aviones, algo he aprendido, pero sobre todo te entran por los ojos, los biplanos y los triplanos, incluido el del Barón Rojo. Tienen la cruz original de su avión. Cuando le mataron nada más llegar el avión a tierra lo despedazaron para souvenirs de la época, hasta las botas le robaron. Que por cierto aun se conservan en Australia.


El alto mando inglés mandaba a sus pilotos sin paracaídas,  para que no se tirarán antes de tiempo y malgastar aviones. Sin embargo gastaban más en botas y abrigos, la elegancia inglesa. Los alemanes no, así que cada vez que cazaban  uno se rifaban el equipo.

El que más me ha gustado  es una avión monoplano,  alemán,  con alas de pájaro.  El que más se parece a un pájaro que haya volado. Parece de broma. En los libros de Bill Brysom se aprende algo de la evolución de la aviación en los años 20 con la competencia para cruzar el atlántico. De la década anterior no sabía nada más allá de los hermanos Wright. A viejos llegaron pocos.


Al lado se pueden ver coches antiguos -con otra entrada- pero aquí como en Tasmania el museo está en la calle, se ven muchos coches clásicos a pleno rendimiento,  hasta camionetas.

Dormimos en Blenheim y a la mañana siguiente nos vamos de bodegas que son muy famosas por la zona, producen el 75% del sauvignon blanc del país.  Todo muy bien, menos conducir después de probar más de 10 vinos.

La zona es un  valle entre montañas con viñedos tan regulares que no lo parecen, como cortados con máquina -probablemente -. Cloudy Bay es la bodega más elegante de las que visitamos y probamos cinco de los vinos que tienen. El Sauvignon Blanc es espectacular,  el Pelorus con gas muy bueno, y los tintos pinot  noir  penosos - y alguno a 90 dólares la botella - todos de tapon de rosca.


Paramos en un par de bodegas más,  entre ella Nautilus. Aquí han traído albariño y parece que lo venden muy bien, aquí la cata es gratis y el dueño muy simpático. Menos glamour, el mismo resultado. Buenos blancos y tintos pobres. Y castañas y nueces en el jardín que nos duran hasta hoy camino de Madrid.

Me ha gustado más el vino de Australia que el de Nueva Zelanda, de hecho del de Australia me ha sorprendido calidad - precio. El de Nueva Zelanda lo suponía mejor.


Desde aquí carretera por la costa hasta llegar a Kaikoura al final del día,  un poco largo y el día se pone feo. Pero la costa nos vuelve a mostrar hermosas vistas, pero sobre todo cíentos de focas.

viernes, 8 de abril de 2016

Picton

Entre West Port y Nelson la nada. Antes de irnos nos acercamos al cabo, a ver el faro, uno mas, este menos atractivo que otros. El paseo bueno fue el de ayer tarde, hoy es solo asomarse y poco mas, y sin focas el paseo siempre pierde puntos.


El día de coche se hace largo, otros 200km que son más de 4 horas. Toda la primera parte por un río muy amplio y una garganta. Aquí se hace alguno de esos tours de Jet boats. También hay lagos para hacer trekking, pero no es el día.

La parada a comer relaja como todos los días en el campo, pero tengo como ganas de llegar y se hace más largo. Las curvas no se acaban. Los ingeniero neozelandeses no saben hacer puentes de dos carriles. La tarde noche la pasamos en Richmond, al lado del Nelson.

Íbamos a ir al Parque Nacional de Tasman,  pero al leer aquí más información se me quitan las ganas. El trekking es en plan paseos por las playas y parece más plan familiar que otra cosa, además no puedes ir por tu cuenta, tienes que ir en grupo o subirte a un taxi boat, así que me da pereza.


Al dia siguiente seguimos por la carretera hasta Havelock, llegamos demasiado pronto para comernos aquí los mejillones verdes, famosos aquí.  Así que los compramos y los cenamos por la noche,  la verdad es que están muy buenos, aquí el mar más limpio no puede estar.

En esta zona están otros Sounds, otro fiordos. La realidad supera a los mapas, son 5, como nuestras rías pero con  mas recovecos. En 40 kilómetros de fiordo hay 350 de costa, así es la carretera, mil curvas.

Los paisajes vuelven a ser espectaculares. Tiene razón el comentario que suena infantil de la Lonely, al menos un vez al día se te escapa el Guauuuu ante una vista. De repente detrás de una curva un lago, un pico, un prado, .... aun sorprende. Los fiordos están llenos de árboles,  hasta el mar. Muy tranquilos,  parecen lagos.


En unos 40 km hasta Picton disfrutamos y nos mareamos en sus curvas. No son ni 40 kilómetros. Justo antes de llegar un paisaje peculiar de miles de árboles talados deprime, aunque se suponga sostenible -esto no es Indonesia -. Sorprende.  Asusta. Pero el Ikea crece.


Al otro lado Picton es la entrada desde la isla norte, o la salida para allá.  Otro pueblo tranquilo, pero aquí los barcos son más grandes que la ciudad. Reponemos sidras y las disfrutamos en otra bahía del fiordo,  la parada de comida.

miércoles, 6 de abril de 2016

West Port

La parte norte de la costa oeste me encanta y me sorprende. En este viaje también me estoy dando cuenta que soy mucho más de mar que de montaña, la montaña me aburre en un par de días,  el mar no.


Al salir de Whaharoa nos paramos en unos de esos ríos de aquí,  también muy del señor de los anillos,  río de glaciar con color azul turquesa, y como con hilos de agua corriendo entre un pedregal anchísimo, del tamaño de las crecidas.

Los únicos pueblos que se ven son antiguas aldeas de la época de la fiebre del oro. Paramos en Ross, uno de ellos. Parece el lejano oeste de las películas americanas, con sus bares, sus hoteles, sus casas de madera, ... y aquí su comisaría con cepo y todo.


Cuando se vuelve a la costa se disfruta del mismo paisaje salvaje del principio de la costa,  pero aquí por fin sin las dichosas moscas. Todas las playas están llenas de árboles y madera muerta. Paramos a comer en un parque natural, al lado de un río, sólos entre las piedras. La verdad es que las comidas las estamos disfrutando mucho. En el campo. En cuanto te alejas un poco estas sólo, en  cuanto andas.

La visita de la costa,  donde están todos los turistas, es en unas formaciones naturales que se llama pancake rocks, son mucho mejores de lo esperado. El mar ha ido desgastando las rocas, con sus cuevas, acantilados y demás. El suelo está formado por capas de piedra, como de arena, que es lo que le da nombre. El marketing de la naturaleza.


Un poco más adelante nos damos un paseo breve por el campo hasta otra playa. Llena de rocas, también espectacular. Una pena que aquí no te puedas bañar en ninguna playa. Las olas y rocas y algas descomunales asustan.


Llegamos a dormir a West Port, a un Holiday Park en la playa. La verdad es que el coche con los Holidays Parks son una gran combinación. La libertad del coche, accesos a cocinas y sobre todo dormir en una cama como Dios manda y duchas, con el clima de aquí se agradece. Aunque hace muy buen tiempo para ser abril, otoño, por la noche hace frio.... y aquí pocos sitios bien montados libres, de hecho los Holidays Parks están llenos de campervan,  sólo se ven fuera las del tipo mugriento.

Antes nos acercamos a la colonia de focas que está en la punta de la costa. Que gran manera de terminar el día. Se ve a las focas estupendamente, bastante cerca y muy muy activas.


Pero el espectáculo es el mar. Olas contra acantilados y más playas salvajes. Y puesta de sol. La verdad que uno de los mejores días.


martes, 5 de abril de 2016

Glaciar road

El tiempo sigue siendo estupendo pero no nos animamos a hacer el trekking largo aquí,  una pena, y me arrepiento, parece ser que es duro, 11km en 6 horas asusta, pero a Nueva Zelanda se viene a andar o no se viene. Las otras actividades me parecen entre ridículas, muy turísticas o me pillan mayor: trekking con llama (si, el animal andino!!!), conducir tanques, unirse a tour del señor de los anillos con muchos chinos,  subirse a cosas que hacen mucho ruido -Jet boats o helicopteros-, esquilar ovejas,  saltar en paracaídas o puenting. ...


Así que nos pegamos una paliza de coche por unos paisajes de mentira todo el día,  da igual lo que andes, por esta zona el paisaje mejora y mejora y mejora. Todo vistas impresionantes. Aunque después de varias horas de coche aburre un poco y se avanza lentísimo,  200km son 4 horas, a veces desespera.

Toda la primera parte entre lagos hasta llegar a la costa es realmente impresionante. Es todo entre lagos y montañas, sin una casa, sólo campo y vistas. Te cambias de un lago a otro. La luz no es como en Australia, aquí curiosamente me ha gustado mucho más la luz cuando está nublado. Este país se ilumina en la oscuridad, pero el sol le come los colores.


Antes de llegar a la costa se va por pasos de montaña entre cascadas y bosques,  también un paisaje salvaje, sin casas y muy tranquilo, sin tráfico. Donde se meten los chinos en la carretera?

La costa Oeste es espectacular, playa salvaje infinita, olas larguísimas que ocupan todo lo largo del mar, arena más blanca- pero no como la de Tasmania- y enfrente del mar de Tasmania. Pero tiene un pero. Y grande. Las sand flies. Te comen vivo. No te puedes ni bajar del coche,  entran a decenas y te fríen. Se meten entre la ropa. No sé como consiguen volar con el aire que hace aquí,  pero nos echan de dos playas y no volvemos a parar hasta los glaciares.


Comemos con vistas a un lago y conozco a una maestra jubilada que lleva 2700 kilómetros en bici por aquí,  son de otro planeta. Tiene 68 años pero parece que  tiene 98, aquí el sol debe abrasar. Eso sí,  energía,  como el doble que yo. Un ejemplo de señora que ya en los 70 viajo por Europa y volvió a casa a través de Afganistán y Birmania. Casi nada.

Es un día raro, muy bonito, pero largo, y lo disfruto menos de lo que debería. Uno de esos días que te fijas más en lo malo que en lo bueno. El cansancio?  La vuelta? Al menos vemos los glaciares. Venía con las expectativas bajas, así que me gustan bastante. Sobre todo el segundo.

Cuando has visto el Perito Moreno,  o el Upsala, o el Lago Grey, o casi cualquiera en Patagonia estos glaciares saben a poco. El primero, el Fox, es más pequeño, mejor verlos en este orden. La verdad es que es más una visita histórica más que natural, porque desaparecen a una velocidad terrible,  la diferencia con las fotos de 2006, hace nada, son espeluznantes.


El Franz Josef es más impresionante, se ve más desde la distancia se ve el glaciar caer por la montaña, el frontal se ve mejor y es más visual. A mi lo que más me ha gustado es lo bien que se ve el valle y el río que este antiguo monstruo a montado. La vista 360 grados es increíble,  un manual de geografía, una clase en directo. Además todo el entorno es más bello.


En los dos sitios se anda una hora o más para ir y volver, el paseo merece la pena, aunque no te puedes acercar a más de 400 metros por tu seguridad. Bueno, por el negocio, si contratas a un chaval en pantalones cortos entonces ya es seguro. Lo que da más pena -aunque ya es así en todos los sitios- es la comercialización, todo el paseo lo haces entre el ruido de helicópteros que se posan en el glaciar con sus chinos. Si quieres verlo sin ruido te aconsejan venir a las 18.00 de la tarde (a las 18.30 ya es de noche con el cambio horario)


Nos cuesta encontrar donde dormir y terminamos en Whaharoa, en un hotel, con una maori muy sociable y una catalana que está haciendo goofing por aquí. Los maories aqui estan totalmente integrados, nada que ver con los aborigenes. Las razas tampoco.

Nos ponemos un poco al día con Anais, la catalana. Nos tomamos unos vinos, y nos dan la 1 de la mañana, la primera vez en mucho tiempo.

lunes, 4 de abril de 2016

Lake District

He dejado de escribir día a día. En un tipo distinto de viaje a todo lo anterior y casi nada de mis rutinas del último año encajan, cuesta más disfrutar, en parte porque se acaba, en parte por el motivo de este final precipitado, pero creo que en otra parte por la falta de variedad de este país,  muy bonito, muy verde, pero limitado para mis gustos y está experiencia.


El tiempo vuelve a cambiar. Llueve un montón a primera hora, así que me ahorro la decisión y seguimos camino. Al llegar a Queenston ya está parando, y en cuanto hacemos unas compras ya sale el sol. Estupendo para seguir viaje por carretera.

Paramos en un pueblito que se llama Arrowtown, una de las aldeas mineras que había por aquí de la fiebre del oro local.  Esta muy bien conservado, pero demasiado turístico -como todo en esta zona-. El pueblo ha pasado casi sin transición al boom turístico, lo bueno de tener una historia tan corta. Se puede pasear por el poblado chino, donde trabajaban los buscadores de oro chino, esta curioso. Unas casas minúsculas restauradas en las que se ve la vida de los primeros emigrantes, un poco maltratados.


Ya el sol esta pleno así que puedo ir por la ruta panorámica a Wanaka. Montañas arriba se puede ver todo el valle a los pies, colecciones de ríos,  lagos, prados, ....Nueva Zelanda. El pobre coche casi no sube por aquí. El resto del paseo hasta Wanaka es por un valle con más poblados mineros y poco más.


Wanaka es el otro gran centro turístico con Queenston, pero a mi Wanaka me parece mucho más agradable. Nos quedamos dormir en el Holiday Park para descansar de kilómetros y aprovechamos para andar por el lago, después de otro brunch con paisaje.


Unos lagos se conectan con otros y después de varios días dejan de sorprenderte, a todo creo que nos acostumbramos. El paisaje es agradable y andamos más de 10 km alrededor.

Paisaje, paisaje, paisaje y setas, de todo tipo. Que pena no saber si se comen o no. Por primer vez en la vía veo setas de gnomo, de esas rojas con pintas blancas.