viernes, 7 de agosto de 2015

Malaca (2)

Al final se nos fue un poco de las manos y nos quedamos 10 días en Malaca.  La verdad es que se estaba estupendamente allí,  sólo el fin de semana la avalancha de turistas singapurienses estropeaba la sensación de tranquilidad. Les encanta la comida local así que se desplazan el fin de semana y hacen colas tremendas para probar alguno de sus platillos favoritos como el arroz con pollo o los pinchos fritos (satay).

Inicialmente nos quedamos un poco más porque nos gustó el lugar y para descansar. Luego nos quedamos un poco más para investigar el tema del buceo en algún  sitio un poco complicado como Sipadan. Finalmente nos quedamos un poco más porque con toda la actividad en Singapur celebrando la independencia durante el fin de semana se hacía complicado encontrar lugar en la ciudad.

No hemos hecho grandes cosas estos cinco días,  mas paseos por la ciudad  y sobre todo disfrutar de sus tiendas, entre las calles pérdidas con sus vendedores octogenarios y su tradicional shophouse,  con todo apilado dentro y el dueño arrinconado en el pasillo o en una mesa como de contable antiguo.


Además de las farmacias y tiendas para los templos hemos descubiertos tiendas de animales (mascotas o para comer?), licorerías antiguas con su barra de madera y sus botellas descoloridas, tiendas de especias, de todo tipo de cacharros, especializadas en básculas,  ferreterías,  etc.... y tiendas de todo un poco incluidos comestibles. Mis favoritas son las peluquerías.  Parecen sacadas de otra época,  y sus clientes también.



También hemos aprovechado para visitar el ayuntamiento, el Stadhuys.  Está muy bien conservado y merece una visita, dentro han montado 4 pequeños museos, con poco que ver y mucho que leer... demasiado. La parte de las distintas invasiones es la mas curiosa, como siempre parece un poco exagerado el heroísmo local de defensa, pero sobre todo contra los portugueses, nada contra holandeses o ingleses.

Hemos visitado algún  otro pequeño museo como el de arquitectura,  con muy poco que ver, básicamente maquetas, aunque las construcciones son caseras son lo que  mas explica, todo en madera, unida sin clavos.

Anduvimos el río completo, en la ciudad. Además de los murales el paseo es agradable, en una de las curvas hay un barrio tradicional entre edificios muy grandes,  con todas sus casas de madera levantadas del suelo por pilares. Casi todas ahora son homestays,  una es un museo. En el río se ven lagartos monitor, algunos gigantes. También por esta zona descubrimos una iglesia portuguesa cristiana, no quedan muchas. Es de 1710. Parece ser que todas las iglesias en Malasia son las más antiguas en algo.



En uno de estos paseos por ninguna parte nos encontramos un gatito que alguien ha tirado por la ventana de un coche, el pobre hombre se está muriendo. Como tenemos tiempo nos da por salvar al gato, algo que al final nos lleva casi todo el día.  Lo metemos en la bolsa en la que se han intentado deshacer de él y casi nos recorremos la ciudad entera. Después de buscar en internet y preguntar a todo el mundo nos queda la opción  final de llevarlo a un veterinario. Allí tenemos suerte y el veterinario se lo queda para llevarlo a la protectora de animales. A ver si sobrevive.

Gracias al gato encontré las famosas peluquerías.  Cada vez que un local me entendía un poco y les decía que tenia un gato, me mandaban al peluquero, hasta que me llevaron al de la foto. La verdad es que los malayos son un poco tímidos pero muy agradables y siempre intentan ayudar. A veces un poco lost in translation. Tienen un programa de inglés para mejorar, muy gracioso, Oh My Goat!! 

Visitamos el cementerio chino antiguo,  Bukit China, en una colina muy cerca de la ciudad antigua. No parece un cementerio, estas tumbas parecen bodegas de Navarra,  enterradas en el suelo. Nos damos un paseo. Parece ser que hay mucha presión para que se construya en la colina, un templo centenario dueño de la zona se resiste a las presiones.... de momento.


En la misma zona se puede ver el Pozo del Rey, un pozo hecho para la reina china de un sultán malayo.  Fue envenenado múltiples veces por eso se construyó una muralla y un cuerpo de guardia para protegerlo. Tiene la típica leyenda de que el que beba de él volverá a Malaca, con tanto veneno a lo mejor no se consigue ir.

Nos vuelve a pillar el mercado de fin de semana que aprovechamos para comer seafood. Allí nos encontramos a Simón, el alemán gigante con el que coincidimos en Georgetown. Terminamos en una guesthouse tomando cervezas con un grupo  bastante internacional, incluido un mejicano que le ha atropellado un coche y se ha tenido que quedar aquí unas semanas con el pie roto. Después de hablar con él quedan pocas ganas de ir a México. ... seguiremos por Asia.



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