Sulawesi es una de las principales razones para volver a Indonesia. Siempre he tenido ganas de visitar esta isla por su extraña forma de k, o ñ, o de estrella, o de orquidea. Por su nombre, Sulawesi, la isla del hierro, quizá por la madera dura de la caoba. Porque se encuentra entre todos los mares exóticos, el Mar de las Célebes, de las Molucas, de Flores, de Banda. Célebe en si misma, Célebe por excelencia, isla y mar de los infames según los portugueses. Por lo que hay debajo del agua y también claro por su cultura. La logística aquí es bastante terrible, esta lejos de todo, es una isla grande (la 11 del mundo), el transporte es muy lento y por eso este es el momento ideal para darle un paseo, vivir otro sueño.
Sulawesi esta justo por debajo de la Linea de Wallace, una frontera biológica, lo que supone bichos nuevos y raros, aunque aún formalmente no es Oceanía. En la parte norte, la última de sus penínsulas volvemos al hemisferio norte, y por aquí entramos, por Manado.
Un avión largo y cansino desde Bali, unos 60€, que antes nos lleva a Surabaya. Lo compramos directamente en el aeropuerto de Bali. Nos quedamos cerca del aeropuerto y aun así hay que levantarse antes de la 4.00 am para llegar a Manado sobre las 12.00. La razón para venir al norte es principalmente Bunaken y su buceo. Las islas se ven estupendamente desde el avión. Bunaken tiene forma de banana o de boomerang. Al lado hay una isla volcán perfecto, y se ve algunas más manchas de tierra, rodeadas de coral y mar turquesa alrededor.
En el avión conozco a un americano de Seattle, Jimmy, muy agradable, con una casa en Baja California. Me recomienda la zona, aunque a mi lo de cruzar Tijuana no me parece muy interesante. Ha estado estudiando español en Guatemala. Es valiente. Compartimos un taxi hasta el muelle, 100.000 rupias, 6 €. Aquí la moneda vuelve a ser un cambio de locos, cada euro unos 16.000 rupias, o sea que vamos con unos 8 millones encima al cambiar 500 €. Cada vez que cambias de país hay que acostumbrarse a los nuevos precios, pero también a los cálculos en la nueva moneda y a los billetes de nuevos colores, dibujos y aquí muchos ceros. Ideal para confundirse.
El barco público sale de la boca del río. El de la Lonely Planet ha debido estar en otra ciudad porque es bastante poco agradable. Se ve mucha iglesia, se ve que los misioneros han hecho buen trabajo por aquí. Casi ninguna chica se tapa el pelo y muchos llevan cruces en el cuello. Hace unos años hubo conflictos muy serios en la isla entre cristianos y musulmanes, ahora parece que está tranquila.
Al lado del muelle hay un mercado, es muy tradicional, la gente muy agradable y de nuevo el fútbol es el mejor embajador, curiosamente todos nos reconocen como españoles y no le hacen mucho caso al americano, se ve mucha camiseta de España. Tras andar más de una hora no nos podemos tomar una cervecita, que era el plan, pero ni siquiera nada frío, no hay electricidad en la zona. Menos mal que hemos venido de día, de noche este sitio tiene que ser estremecedor. El río esta totalmente contaminado, en la zona norte toda las casas son chabolas y los barcos están allí esperando para salir a distintas zonas. También hay pequeñas canoas con bambúes para distancias más cortas. Es más bien terrible. A la vuelta los dos motores del barco se enganchan en los plásticos que flotan en el mar y se paran. Que pena, que drama, justo al lado del paraíso.
Nos cuesta un rato largo salir y nos aplican la tarifa turística, 50.000, tres veces más que los locales, pero solo tres euros por cabeza. El viaje es muy muy lento. Vamos rodeados de locales incluidos unos chicos de Sumatra que nos recomiendan sus islas y se hacen fotos con nosotros. La tripulación bebe una cerveza muy dulce a la que le echan un par de vasos de gelatina más dulce todavía, muy caliente, imposible de beber.... aunque la pruebo. El mar es intensamente azul.
A la vuelta de Bunaken paramos en Manado un par de noches, principalmente por logística, tenemos que decidir a donde vamos!!!! Y como!!! Hacemos un noche en un hotel cueva que se llama Grace Inn, y nos movemos a uno mucho mejor que se llama Istanaku, solo unos euros más.
El transporte en la ciudad se hace en unas camionetas minúsculas azules que se llaman mikrolet. Caben unas diez personas y consigues más o menos ir en la dirección que quieres gracias a la paciencia de los conductores, ellos te hablan en bahasa y tu en lo que puedes. El tráfico es bastante caótico, pero los locales nos cuidan, hasta alguno nos ayuda a cruzar la carretera. Los propios conductores son bastante respetuosos entre tanto caos.
La ciudad es un poco mejor que la impresión de la zona del puerto, con algún sitio para comer y la gente muy sorprendida de vernos por aquí andando. Mucho Hello Mister. Hay que andar con cuidado, las casi inexistentes aceras están llenas de agujeros tremendos, casi no hay farolas de noche. No hay realmente nada que ver, y si algunas escenas curiosas como la pelea organizada entre una pitón de 4 metros y un cocodrilo... surrealista. No me quedo a verlo. La gente es muy agradable, lo mejor. Nos sonríen mucho y nos intenta vender poco, esto es lo bueno de los sitios menos comerciales.
A ver como salimos al siguiente destino.
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